La ley de matrimonio igualitario lleva años en el imaginario colectivo de los activistas chilenos. Era una promesa de Michelle Bachelet pero no se materializó. Solo se aprobó un acuerdo de unión civil que no tiene los mismos derechos que el matrimonio y no incluye la filiación de los hijos.
Por fin está a solo un paso de aprobarse y permitir así que tantas familias obtengan sus derechos básicos de amor e igualdad. Pero los homófobos de siempre siguen poniendo pegas. Como sucede con las iglesias católica y evangélica, que lanzan duras críticas al presidente Sebastián Piñera, así como sus mismos socios de gobierno, puesto que Piñera representa a una coalición de derechas.
«En nuestro país no todas las familias están unidas en un matrimonio. Por eso es importante que la legislación proteja a todos«, aseguró el mandatario conservador, quien en una entrevista anterior sostuvo que conocer gente homosexual lo ayudó a cambiar de opinión sobre el matrimonio.
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También dio una excelente respuesta al arzobispo de Santiago, Celestino Aós, que dijo en su homilía que «el respeto y la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural» y «la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer» son «valores no negociables».
Piñera respondió: «Una cosa es el mundo de la religión, que es un mundo voluntario, otra cosa es el mundo laico, el de las leyes, que es obligatorio para todos».
El 21 de julio se aprobó en el Senado y ahora debe ratificar la Cámara de Diputados, donde se sabe de antemano que cuenta con el respaldo suficiente.
Las encuestas dicen que el 65% de los chilenos está a favor de legalizar el matrimonio, segundo en aceptación social después de Argentina, que cuenta con el 73.
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Cuando se apruebe el matrimonio en Chile se unirá al selecto club de países de la zona que lo han hecho ya: Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay, Ecuador, Costa Rica y varios estados mexicanos.