Lo de Polonia parece una película mala y de malos. Ver como un país, desde que la extrema derecha consigue gobernar el país, aumenta el sufrimiento y la presión sobre personas como tú y como yo, hombres gays, mujeres lesbianas, bisexuales y trans.
La calidad de vida del colectivo LGTB ha retrocedido tanto que ni siquiera el guión malo de una película podría sorprendernos tanto.
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Ahora son los obispos polacos los que se unen en documento para pedir la creación de centros de «conversión» LGTB, centros que ya ha dicho Naciones Unidas, no son más que lugares de torturas para personas no heterosexuales y personas con una identidad de género diferente a su sexo de nacimiento.
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Sí, Polonia, el país tristemente célebre por sus campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial, plantea crear otros centros de tortura.
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“La sexualidad diferente no es un juicio irrevocable o un código irremplazable, sino un síntoma de heridas en varios niveles de la personal. En vista de los retos creados por la ideología de género y los movimientos LGBT+, y especialmente con las dificultades, sufrimiento y heredas espirituales de esta gente, es necesario crear clínicas, con la ayuda de la Iglesia o dentro de su estructura, para ayudar a esta gente a recuperar su salud sexual y orientación sexual natural”. Esto puede leerse en ese documento presentado por los obispos.
En Polonia las cosas ya van mal. Yo, la redactora, soy una mujer lesbiana embarazada con un embrión que tenía congelado.
¿Sabéis que si viviera en Polonia no podría haberme embarazado con mi propio embrión? No, porque el gobierno ha secuestrado a los embriones de lesbianas, no deja que sean transferidos a los úteros de sus mamás porque en esas familias no hay «padre». Así de tremendo.
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Desde el gobierno se quiere prohibir el matrimonio igualitario (y no es que esté legalizado, no, simplemente quiere prohibirse), hay zonas que se han declarado «libres de LGTB+», como si fuéramos una plaga que hay que erradicar, y el presidente ha declarado que la homosexualidad es una “amenaza para la identidad polaca, para la nación, para su existencia y, por lo tanto, para el Estado polaco”.
Sí, da miedo, parece una película de terror. De las malas y de de muy malos.