La historia de los condenados por actos homófobos que se casaron en la cárcel

Dos hombres. Dos condenas.

Y ambos condenados por delitos de carácter homófobo.

Nadie, posiblemente ni ellos mismos, se hubiera imaginado en la época en que Goodwin fue condenado a cadena perpetua por ser el líder de una banda violenta que recorría las calles atacando homosexuales, y por acabar con la vida de un hombre a golpes, y en que Mikhail Ivan Gllatinov fue encarcelado por asesinar a sangre fría a un hombre gay de 28 años, que en la cárcel encontrarían el amor…homosexual.

Pero así es el ser humano. Contradictorio, y muchas veces incoherente.

Gllatinov, de 40 años, y Goodwin, de 31, han contraído matrimonio dentro de una prisión en Full Sutton, Yorkshire, en el Reino Unido, aunque en ningún caso, según informa el centro penitenciario, podrán compartir celda.

El juez consideró a Gllatino un peligro público no susceptible de ser rehabilitado en cuanto a que no manifestó, ni manifiesta, remordimiento. Por su parte Goodwin si manifiesta sentirse arrepentido, e incluso ha querido pedirle perdón a la hermana de la víctima en un bis a bis.

Evidentemente no son sujetos de a pie, y sus trastornos han sobrepasado el límite entre la neurosis y la psicosis, pero nos sirven de excusa para tratar un tema difícil de creer pero real: La homosexualidad sublimada en homofobia.

Es común en casos en los que la persona homosexual se cría en un ambiente que alimenta el odio y el rechazo al otro por ser diferente. Un contexto donde «ser susceptible de ser amado» es incompatible con «ser homosexual», por ejemplo. En tal contexto el sujeto sufre una enorme disonancia cognitiva: Si el niño, para asimilarse al sistema vincular ha introyectado el rechazo al homosexual como propio, (de tal modo que realmente lo siente), y a la par sus pulsiones libidinales son homosexuales, entrará en un conflicto inconsciente que tendrá que solventar transformando alguna de las dos realidades.

Si la persona habita dos realidades opuestas a un tiempo, es posible que se disocie en mayor o menor grado (algo que ha ocurrido brutalmente en el caso de nuestros protagonistas): O supera y cuestiona ese rechazo a través de una reflexión compleja y un cambio profundo, o se entrega a ese odio y rechaza y niega, a través del rechazo a otros, sus impulsos homosexuales. Todo este proceso no pasa por  la consciencia. Puede ser un proceso inconsciente, de tal forma que ni el mismo sujeto se identifica en su intimidad como homosexual.

uganda-ley-homofoba-perpetuaEn los casos que nos ocupan hemos llegado a una disociación límite, obviamente asentada sobre una psicopatía, donde se da el siguiente desplazamiento: –En la  agresión y la destrucción del otro, destruyo lo que no puedo aceptar de mi mismo, como si al hacerlo desaparecer en el otro, consiguiera aniquilarlo dentro de mi-.

Lo aprendido a través de los vínculos con nuestros primeros referentes está verdaderamente encriptado en nuestra memoria, en nuestros actos y en nuestros sentimientos, pero es susceptible de cambiar. Sin embargo, nuestro deseo primigenio, nuestra identidad sexual, no. Porque no es algo aprendido, ni algo que haya sido inculcado. Ningún estudio ha podido demostrar que se pueda dar un cambio en ese ámbito, más allá de los actos. Es por eso que suelen darse  finales como los de esta historia.

Podríamos decir que uno puede huir eternamente de sus deseos. Pero si en algún momento se detiene a descansar…sus deseos le alcanzarán.

Rocío Carballo

Psicóloga. Terapia On-Line y Presencial

www.rociocarballo.es

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