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Orgullo LGTB y nuestro derecho a existir los 365 del año

Al Orgullo llegué tarde. Tenía más de 40 años la primera vez que me mezclé con tanta gente, tanta luz, tanta alegría. Me sorprendió y fascinó por igual, más aún al ser consciente de estar en presencia de un fenómeno local. Que ha evolucionado y se ha extendido a más ciudades y algún que otro pueblo. Villanueva de Algaidas (Málaga) o Tomiño (Pontevedra), cuna del «agro orgullo gay», lo evidencian. Pero son los menos. En la mayoría de pueblos españoles el Orgullo ni está ni se le espera y las personas LGTBIQ siguen viviendo escondidas, se siguen casando por la Iglesia y siguen hablando mal de los de la acera de enfrente para que nadie sospeche.

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¿Avances? Muchos. En estos años, muchos. Pero maricón es el insulto más escuchado en los institutos y «te vamos a matar, maricón de mierda» sigue siendo el eslogan cavernario que usan ciertos machitos cuando van de cacería. Sin olvidar el «apestada», «marimacho» o «Mariconas, así está el mundo, asco de tías» para dirigirse a las lesbianas.

El discurso del odio no tiene visos de amainar. Al contrario, parece crecer animado por el enrarecido ambiente de la política española, donde se aúnan sermones lgtbifóbicos a diestra y siniestra.

La transfobia social, tan presente en sectores ultrareligiosos, encuentra eco en partidos políticos e instituciones, trasladando a la sociedad un mensaje de rechazo hacia las personas trans y sus derechos.

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Todo aderezado con la reciente agresión en Basauri a un chico gay, las tres agresiones homófobas ocurridas a finales de mayo en Barcelona o el ataque en el metro de Madrid a un joven de 23 años el pasado marzo. Hay más, claro, esto son solo unas pinceladas, pero sirven para hacernos una idea de lo que ha pasado los meses previos al Orgullo 2021.

Precisamos del Orgullo.

La música, las carrozas, los trajes y los bailes son cada vez más necesarios. No porque representen la esencia más pura del movimiento LGTBIQ, sino porque representan la resistencia, la negativa a callar, a esconderse, a fingir, a aceptar leyes recortadas. Representan lo que hay que hacer cada día y todos los días. Ser visibles y no abdicar jamás.

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Mi amigo Arturo Góngora -activista doble por su discapacidad y su visibilidad LGTBI- puso hace unos días un tuit, sobre las celebraciones de este mes y el derecho a ser, rematado con una frase soberbia: «Existo todo el año».

¡Todo el año! Y, o somos capaces de existir los 365 días, aunque nos muelan a palos, o ganarán ellos y nos desaparecerán como ha sucedido antes.

Hagamos que el Orgullo sea todos los días. Que cuando, a ritmo de despertador, abramos los ojos y saltemos a la ducha canturreando

I will survive!

Oh as long as I know how to love

I know I’ll stay alive…

…Tengo toda mi vida para vivir

Tengo todo mi amor para dar

¡Sobreviviré!…

estemos diciendo que, en realidad, no es suficiente con sobrevivir. Que queremos vivir.

Sin armarios. Sin mentiras. Sin insultos. Sin palizas.

Vivir.

Libres y con orgullo. Con mucho Orgullo🏳️‍🌈.

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