De bastantes amigas y chicas lesbianas he escuchado que, de pequeñas, odiaban ponerse vestidos, querían imitar el look de los niños y preferían los juegos que socialmente se asocian a los varones, no a las nenas. Pero también hay historias donde no sólo se trata de gustos y preferencias. Arrastra una personalidad y una identidad. Como es el caso de Coy Mathis.
Coy Mathis es una chica extrovertida e inteligente que nació en Estados Unidos con genitales masculinos. Entonces, ¿Coy era un niño? Físicamente podía parecerlo, pero su cuerpo en realidad encerraba una niña que ya de bebé se comportaba como tal. Y sus padres no tardaron en darse cuenta.
Que con 5 meses eligiera la mantita rosa en vez de la azul no era nada raro, sólo una cuestión de preferencias de colores. Que hiciera caso omiso cuando le regalaron un coche de juguete por navidad tampoco era demasiado extraño. Pero pronto estaba poniéndose el bañador con forma de tutú de su hermana y vistiendo con faldas y vestidos, aunque sólo fuera en casa. Se alejaba de sus compañeros y solía llorar cuando la trataban como un varón. Pero el momento decisivo fue cuando, con tres años, le pidió a sus padres “ir al médico para que lo arreglasen”.
Los Mathis no entendían muy bien la situación, pero sí que comprendieron que no habían tenido un niño, sino una niña. Le dejaron vestirse como tal, actuar como tal y, en definitiva, vivir como tal. Ver cómo su hijo triste y tímido se convertía en una niña alegre y abierta les hizo saber que estaban haciendo las cosas bien.
Aunque ya lo sabían, en una visita al psicólogo y al pediatra los padres de Coy fueron informados de que su hijo era transexual.
En este tipo de niños se basa la película Tomboy, que llegó a España el año pasado con numerosos galardones de la mano. La película nos habla de Laure, una niña de 10 años que se muda a un nuevo vecindario y pasa el verano haciendo nuevos amigos y divirtiéndose como cualquier otro crío de su edad. Pero Laure tiene un secreto: se hace pasar por un chico llamado Michael. Las cosas empiezan a torcerse cuando la pequeña Lisa, una chica de su grupo, se enamora de él.
Céline Sciamma, la directora de Tomboy, está muy interesada en los trastornos de género que sufren los adolescentes y los preadolescentes, pero como hemos visto en la historia de Coy, esta confusión de identidad sexual no sólo llega en la pubertad.
Tal y como ocurre en ocasiones con la homosexualidad, un niño sabe muy pronto cómo se siente y qué es lo que quiere. Estos sentimientos a veces no son escuchados por el hecho de venir de lo que al principio llamamos “personitas con la cabeza sin amueblar”, pero es importante que se la transexualidad de un niño se comprenda y se acepte antes de que llegue a la adolescencia, una época donde el cuerpo sufre grandes cambios que pueden traer consigo ansiedad y depresiones.
Esperanza, la madre una niña transexual llamada Lidia —aunque en su DNI todavía ponga Rafael— asegura que la comprensión y aceptación no debe venir sólo por parte de los padres, sino también del entorno: “Hay mucha desinformación, mucho desconocimiento. Si la mente de un padre o un profesor no está abierta para comprenderlo, al menos que lo respete”.
Coy Mathis, con seis años, dejó la guardería y entró a primaria. Antes, niños y niñas usaban un baño mixto, pero en el colegio los baños ya están separados por sexos y los profesores no aceptaban que Coy utilizara el baño de las niñas. Buscando una solución, el colegio permitió que utilizara el baño de profesores o enfermería, pero los Mathis no creían que fuera lo mejor, ya que habría dado a entender al resto de niños que su hija estaba enferma.
Actualmente, su caso ya ha sido resuelto y finalmente Coy puede usar el baño de niñas de su escuela en Colorado.
La película Tomboy nos ayuda a entender un poco mejor la situación de estos niños que, desde muy pequeños, saben lo que quieren y no tienen miedo de expresarlo libremente.
Ana Belén Solís