Fue difícil tomar la decisión. Eso siempre pasa con los grandes cambios. Quizás porque soy una mujer independiente, con mi vida resulta, mis hábitos arraigados, con un trabajo que absorbe muchas de mis energías y con un tiempo libre bastante repartido en hacer talleres que me gustan, leer, salir a tomar vinos con mis amigas, tener citas, visitar a mi familia, y, sobre todo, viajar.
Tengo 36 años. Desde hace dos años estoy soltera. Soy abogada, lesbiana, madrileña, alegre, atractiva. Nunca he tenido problemas para encontrar pareja. Pero me encuentro justo en el momento de mi vida donde no siento interés en emparejarme pero sí muchas ganas de vivir la maternidad.
Fue una decisión difícil. Porque todos a mi alrededor se encargaron de dejarme absolutamente claro que mi vida cambiaría terriblemente. Que no podría hacer las cosas que me gustaban y que tener un hijo sin una pareja era un suicidio. Que sería absolutamente engullida por un pequeño ser demandante, que mejor me olvidara de mi vida. Y ni hablar de ligar y echarme novia.
Pasando los primeros escollos de las opiniones ajenas escuché mis propios miedos: “¿Seré capaz de criar sola a un hijo o hija?” Y los consejos de los médicos: “es el momento de embarazarte, a partir de los 36 la fertilidad decae y te costará más”.
Una mañana me desperté con la sensación de que no había miedo ni fatalismo que importara. Sabía que podría con ellos, sentí la ilusión en mi vientre y simplemente me lancé a la aventura.
Presuponiendo que no tenía ningún problema de fertilidad decidí probar primero por mi cuenta y si no salía bien intentar embarazarme en la Seguridad Social (que ahora permite los tratamientos de reproducción asistida para lesbianas y solteras) o por una clínica privada.
Quería embarazarme de la manera menos invasiva y más natural posible. A través de un artículo que leí en esta misma revista conocí las inseminaciones caseras. Parecía fácil. Encargar el semen e introducirlo en el cuello del útero con una jeringuilla el día de la ovulación.
Encontré por internet hombres que se ofrecían a donar semen y otros que se ofrecían a compartir la paternidad. Me pareció arriesgado buscar un donante en algún foro, así que accedí a la web del banco de semen Cryos International, cuya sede está en Dinamarca pero te envía los pedidos a cualquier parte de Europa en uno o dos días.
Escogí un donante anónimo de raza caucásica, pelo castaño como yo, y ojos verdes, que siempre me han encantado. Me gustó la foto del donante cuando era un bebé. Meses antes de embarazarme comencé a calcular los días de ovulación con unas tiras que compré en la farmacia. Mi día era el 12.
junio del año pasado fue mi primer intento. Había leído de todo y sabía que podía tardar varios meses. Pero no. La suerte de la principiante. Me quedé embarazada a la primera. Encargué dos pajuelas de motilidad 10, lo mínimo recomendado para embarazarme (aunque lo óptimo según Cryos son dos pajuelas de MOT20) y recibí el encargo con las instrucciones, el kit y las pajuelas en casa. Seguí las instrucciones, inserté el semen en la jeringuilla y de ahí introduje el semen en el cuello del útero.
El embarazo fue el mejor momento de mi vida, hasta ese momento. Ver crecer mi barriga y sentir los movimientos de mi bebé no hacía más que confirmarme que mi decisión era la correcta. Conocí a otras madres solteras que me empoderaron, me hicieron ver que podía adaptar al bebé a mi vida y que por supuesto podía con todo yo sola.
Creo que nunca encontraré las palabras para describir lo que significó para mi sostener por primera vez a mi hija en brazos. Ver su carita, escucharla llorar, darle el primer beso de su vida. Nunca nada volvió a ser igual para mi.
¿Ha cambiado mi vida desde que tengo a mi nena conmigo? Sí. Ha cambiado, pero para mejor. Nos hemos adaptado la una a la otra. No he dejado de leer, lo hago con ella dormida sobre mi cuerpo o a veces cuando toma su leche. Sigo yendo a comer y a tomar algo con mis amigas, sigo dando paseos y me planteo viajar con ella dentro de unos meses, cuando sea más mayor.
No es difícil ser madre soltera. Todo es cosa de adaptarse. Además siempre es posible recurrir a la ayuda de familiares o amigos que están encantados de echar una mano.
¿Y si he dejado de ligar? Qué va, no sabéis lo que le gustan a las chicas los bebés, sobre todo una tan maravillosa como la mía.
Actualización: Actualmente la legislación danesa no permite envíos a domicilio para realizar inseminaciones caseras