No. Este año tampoco me ha tocado la lotería. Ni la de Navidad ni la de El Niño.
Aquí, en confianza, es algo que en realidad agradezco. Soy andaluz y, como tal, tengo mi punto supersticioso. Si ya me ha tocado una vez la lotería, prefiero que no me toque más, no vaya a ser que atraigamos el mal fario.
A mi marido y a mi nos tocó hace casi 7 años. Cuando fuimos padres. Cuando un niño, que no estaba destinado a nacer, lo hizo gracias a nuestra voluntad y a la ayuda de una gran mujer.
Crear la propia familia no es fácil para las personas LGTB. Un derecho fundamental que, con frecuencia, nos es negado de las más diversas formas y por las más clasistas de las razones.
La Declaración de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, tiene por objetivo lograr que todas las personas tengamos iguales derechos, sin discriminación alguna. Hoy, casi 70 años después, es mucho lo avanzado, pero falta mucho por conseguir y lo alcanzado, cada uno de los logros, los hemos tenido que arrancar a poderosos de todo signo, a dogmáticos recalcitrantes, a políticos temerosos de perder control y dominio sobre los demás.
Las personas LGTB somos carne de represión y estigma. Lo que para los heterosexuales son “derechos naturales”, para nosotros se vuelve un objetivo solo alcanzable en ocasiones y tras vencer múltiples obstáculos. Ejemplo vivo de este estigma es la discriminación en Derechos Reproductivos.
Porque, para nuestra colectividad, tener hijos pasa, casi siempre, por el recurso a la medicina. Recurso que pocas veces es ofrecido por los gobiernos y las leyes.
Como Italia. Un caso típico. Un país donde se aprueban uniones civiles -que no matrimonios- de parejas del mismo sexo, mientras se rechaza que un miembro de la pareja pueda adoptar a los hijos del otro. Un país en el que dos lesbianas han tenido que llegar hasta la Corte di Cassazione para ver reconocido su derecho a ser consideradas, ambas, madres de su hijo, en lo que ya es una sentencia histórica. Por supuesto, no todo va a ser facilidades. Tuvieron que acudir a otro país -España- para lograr tener descendencia, dado que Italia prohíbe la donación de semen. Un país donde los hijos de una pareja gay, nacidos mediante gestación subrogada, ven como se les reconoce la nacionalidad italiana, pero se rompe su familia, se niega que sean hermanos y se les cambia de padres y, todo, en nombre de leyes viejas en un país donde la vieja Curia romana pesa como una losa.
Podríamos pensar que Italia es especial, que rechaza de modo específico las familias LGTB. No lo es. Es algo común en Europa. Suecia no reconoció el derecho de las mujeres lesbianas a la medicina reproductiva hasta 2015, cuando el 30 de junio se abría la cobertura a mujeres solas. Francia persiste en rechazar el acceso a medicina reproductiva para mujeres solas o en pareja homosexual, así como la gestación por sustitución. Suiza se mueve en la misma filosofía. España, más “respetuosa”, continúa ignorando derechos de mujeres transexuales, gais y otros. De Alemania, ni hablemos; prohíbe el matrimonio igualitario y veta derechos reproductivos desde una óptica cerrada y zafia.
Portugal, al contrario, ha dado un paso adelante y, el verano de 2016, abría la asistencia a lesbianas y mujeres solas. Es más, en un gesto progresista, procedía a regular la gestación subrogada en su territorio. Eso sí, excluyendo -como siempre- a gais, a mujeres transexuales, a…. Que una cosa es ser progresista y otra, que uno no tenga su punto de LGTBfobia.
El mundo en general, y la política en especial, están llenos de mentes obtusas dispuestas a negar derechos de todo tipo. Mentes con olor a alcanfor y decadencia, pero con mucho poder. Como Antonio Tajani. El hombre en Bruselas del expresidente Silvio Berlusconi. Uno de los fundadores de Forza Italia. Elegido, el pasado 17 de enero, como nuevo Presidente del Parlamento Europeo.
Antonio Tajani (Grupo Partido Popular Europeo) declaró en 1996 que los hijos de parejas del mismo sexo «tienen ciertos problemas psicológicos graves y experimentan grandes dificultades para ser aceptados como parte de la sociedad«. En 2014, el Sr. Tajani firmó la declaración de la Fondazione Novae Terrae, que pedía una hoja de ruta de la UE sobre los derechos de las familias, entendidas como aquellas basadas en la unión entre un hombre y una mujer, que quieren educar a sus hijos según valores «morales y religiosos«. Así se expresa la persona elegida para presidir un Parlamento donde habrá que hablar sobre respeto, tolerancia y derechos.
La presidenta de la Red Europea de Asociaciones de Familias LGBTIQ* (NELFA), Maria von Känel, ha dicho que: «Podríamos describir la elección de Antonio Tajani como una auténtica decepción. Sin embargo, NELFA lo percibe como un reto: enseñar al nuevo Presidente del Parlamento Europeo sobre la diversidad de la familia, la igualdad y la no discriminación y darle un golpe en los nudillos cuando sea necesario. ¡Siempre es un buen momento para aprender!” Luís Amorim, vicepresidente de NELFA, añade: «Los padres LGBTIQ* y sus hijos existen y, por supuesto, son familias, no » pseudofamilias «, como dijo una vez el señor Tajani.
Este es el escenario en que tendremos que seguir librando nuestra batalla de años.
Años que llevamos las familias LGTB esperando tener, todas, iguales derechos. Incluidos, por supuesto que sí, lo reproductivos. Años esperando que la clase política entienda. Años buscando espacios, resquicios legales, ayuda en lugares lejanos, en otras ideas, en otros contextos.
Intentarán, que duda cabe, seguir negándonos. No podrán. Nuestras familias, y la desobediencia civil reproductiva de la que hacemos gala, son imparables. Nos obligarán a emigrar; tendremos que recurrir a terceros países y distintas leyes; nos forzarán a reclamar ante su encorsetada justicia;…
Nada les valdrá. Segundo a segundo tenemos más claro que el artículo 16 de la Declaración de DDHH, ese que da a toda persona adulta el derecho a fundar una familia si así lo quiere, también nos atañe a nosotr*s y que, con barreras o sin ellas, formaremos nuestro hogar. Nuestra propia familia.
Es nuestro derecho.
No, no quiero que me toque la lotería. Pero sí que 2017 sea el año de las familias arco iris.
¡Pese a quien pese!