[Lee aquí el cuento n.º 1]
Con la vida en las manos – El casamiento
A pesar de que el apartamento de Lu y Elisa es chico, es hermoso y fue donde celebraron el matrimonio. Elisa siempre dice que allí es donde todo ocurre. Allí trabajan, allí reciben a los amigos. Allí festejan cumpleaños, navidades, fines de año. Tiene un patio interior con claraboya, por lo que es muy luminoso. Tres cuartos convergen al patio. Uno es el de los niños, que está dividido por un tabique de madera para que cada uno tenga su espacio y su luz. Otro es el de ellas y otro oficia de un pequeño estar, con sus sillones. Hay plantas, flores y algunas obras de arte. Todas adquiridas por amistad. Si el día está cálido, se abre la claraboya. Si está demasiado cálido se cierra un toldo. Las claraboyas son muy comunes en la ciudad, sin embargo nadie deja de sorprenderse de ver el mismísimo techo central de una casa abrirse para dejar pasar la brisa a través de un sistema mecánico que funciona perfectamente que fue traído al país hace más de cien años. Se accede al apartamento por un largo corredor exterior, al que converge la ventana del estar y la del cuarto de ellas. Por la luminosidad y por el hecho de no tener que acceder por ascensor el apartamento, dice la gente que lo visita que es “como una casita”.
Así que fueron los amigos de la pensión. María y Lu prepararon la torta. María es repostera. Tiene veintitrés años. Es una luchadora. María es una gran persona. Había que verla poner el merengue sobre la torta. Contemplar cómo tomaba forma. Inés es artista plástica, hizo las muñequitas. Una tocando la guitarra que representaba a Lu y otra con un libro en la mano, que representaba a Elisa. Inés siempre las ha apoyado y ha estado cuando nadie estaba. Leo y Elisa fueron los limpiadores de toda la casa. Corrieron sillones, quitaron polvo, pasaron trapo, aromatizaron. Fue gracioso el momento en que salieron todos juntos a buscar unas sillas alquiladas. Las trajeron caminando, dos a cada brazo cada una. Los hombres tres. Hubo que parar mucho a descansar y retomar la marcha. Es que por mejor actitud que la gente tenga, en una fiesta tiene que tener dónde sentarse. César es chef. Así que él se ocupó de la comida y como también es mozo, junto con Gustavo se encargaron de servirles a los invitados. Pero eso no quitaba que pasaran bien, que charlaran con la gente, que bailaran. Lo que ocurrió en el casamiento fue hermoso.
Cuando Lu y Elisa habían anunciado su propósito de casarse, todo el mundo decía que era apresurado. La familia de Elisa sentía que los niños ya habían sufrido mucho, que habían tenido muchos cambios: el divorcio de los padres, el cambio de orientación sexual de la madre, la visibilidad total. Ahora tenían que enfrentar convivir con una persona que ellos no habían elegido. No eran malos argumentos. Pero también había prejuicios. La verdad es que mucha gente se opuso al casamiento. La gente se asusta con las cosas que se hacen por amor, siempre parecen cuestionables Hasta algunas amigas lesbianas llamaron e hicieron todas las advertencias y consejos, algunos mal intencionados.
Ya en el Registro Civil había mucha algarabía. Decidieron que los niños no fueran, por miedo a que hubiera medios de prensa apostados esperando el segundo matrimonio de mujeres. A pesar de la seriedad y del ambiente medio frío de la institución, había un aire de felicidad que iban respirando los asistentes. Fue divertido cuando la Jueza les leyó todo lo que significaba para la ley estar casadas. Mientras lo hacía no las dejaba besarse. Todos reían por la situación.
En la casa esperaba Leo, también amigo de la pensión, con los niños. Los invitados fueron llegando del Registro a la casa. Sebastián, el hermano de Lu, trajo los amplificadores y una consola. Así que la música sonaba muy bien. El hermano de Lu es músico. Los padres y los abuelos de Lu no asistieron. De la familia de Elisa vinieron todos, que se fueron aflojando de a poco hasta tener una sonrisa enorme y los ojos llenos de lágrimas. Todo fue muy bien sincronizado y mucho mejor que si se hubiera contratado al mejor servicio de la ciudad.
Hay dos cosas muy importantes que se pueden decir sobre el festejo y la ceremonia del matrimonio de Lu y Elisa, analizándolos días después. Una es que fue muy alegre emotivo y divertido. La otra es que cumplió una función fundamental. Si consideramos el casamiento desde el punto de vista de lo que significa una ceremonia, digamos que el casamiento es aquella en la cual una pareja de enamoradas hace oficial y púbico su amor. Se lo comunica y lo festeja con sus familiares y amigos, de alguna forma lo comparte e invita a todos a, de una forma u otra, contemplarlo y compartir la vida con la pareja. Cuando el amor es real, se nota. Muchas veces se dice que hay una falsedad en los casamientos. Quizás, a veces el exceso de recursos económicos tapan los recursos que tienen los asistentes, la capacidad de servirse solos, de colaborar, de emocionarse. La esencia de la cosa.
En la ceremonia de Lu y Elisa la esencia era el amor de ellas, la amistad y la familiaridad genuina de los presentes. Y lo que se hizo fue espontáneo, no se ensayó nada, eso hizo que el amor se notara y que los amigos lo comprendieran y lo apoyaran. Cecilia dijo unas palabras hermosas, habló sobre apostar al amor, sobre la importancia de ese hecho en estos tiempos. Cecilia también es artista plástica y les regaló el mejor cuadro de su carrera, o al menos el que en el mercado tendría más costo. Pero el mercado no tuvo nada que ver con el asunto. El cuadro está en la cabecera de la cama de Lu y Elisa. A fines de setiembre cumple Fede. El 6 de octubre cumple Lu. El 10 de octubre cumplen un año de casadas. En diciembre cumple Pati, después vienen la navidad y el año nuevo. Lu y Elisa celebran cada día, desde el desayuno hasta la cena la alegría de estar enamoradas, de haber apostado al amor, de compartir la vida con los niños, de ir lográndolo cada día. Pero no son tan conscientes de eso, lo sienten y sólo a veces lo piensan. Porque la mejor felicidad es la que se vive así un poco sin mirarla tanto, sin mirar tanto para atrás, sin tomar tanta consciencia de lo que se caminó para conseguirla, se disfruta del camino, a veces escabroso y fangoso, que continúa.
Elena Solís
http://elenasolisescritora.blogspot.com