Hace unos días, un camarero de una famosa cadena de restaurantes italianos contactó con una agencia de prensa para anunciar, de forma anónima, un suceso ocurrido en su empresa y a su propia persona.
Entró una pareja de mediana edad, blancos y heterosexuales y él, como a cualquier otro cliente, les atendió, no dudamos que de forma excelente.
La cuestión es que la pareja notó que era un «poco afeminado» y cuando él se giró para ir a solicitar su orden el caballero de la mesa gritó que «quería un camarero heterosexual que era como Dios mandaba«.
Al escuchar esto el jefe de sala se acercó a ellos y tras hablar con la pareja determinó que lo mejor era cambiar de camarero sin defender los derechos de su trabajador. Al día siguiente, el jefe de la empresa le llamó por la mañana para pedirle disculpas por lo sucedido y para establecer un protocolo por el cual esto no vuelva a pasar y que si en alguna ocasión sucediese se invitase a abandonar el restaurante a la o las personas que vejasen de esa forma a un trabajador o trabajadora.
Bravo por la cadena aunque de haberlo hecho in situ habría estado mejor. A ver si aprendemos de otro tipo de restaurantes que son mucho más inclusivos.