Aún no he tenido la suerte de conocer qué es lo que se siente al ser padre. Todo el mundo habla de la satisfacción de dar los primeros pasos con tu hijo, verlo crecer, emanciparse…pero también; los progenitores cuentan la dureza de los primeros días, los lloros, los disgustos… A mi modo de entender se trata de algo inherente al ser humano. Lo bueno y lo malo, la felicidad y la tristeza, el yin y el yang. ¿No es todo así en la vida?
Si algo he tenido muy claro desde pequeñito, es mi deseo de ser papá. Un deseo que ha ido transformándose, con el tiempo, hasta tomar conciencia de que se trata de una decisión que cambia tu vida, la de tu pareja, tu mundo, y sobre todo, tú forma de verlo. Llegado el momento, ya os contaré que tal se me da.
Pero si éste es un aspecto de mi vida por llegar, hay otros que también me gustaría compartir con vosotros. Mi vocación de servicio también ha estado presente, desde bien pequeño, en mi forma de ser. Primero quise ser bombero, para salvar a las personas de los incendios, después, policía para detener a los malos, aunque finalmente fue el periodismo lo que me iluminó.
Entendí la profesión como una forma de servicio a la ciudadanía. Un método de denuncia, de ayuda, y sobre todo de información. “Es necesario saber lo que ocurre para poder valorarlo”. Tuve la suerte, que otros muchos no tienen. Acabé mis estudios, y seguidamente me puse a trabajar en lo que más me gusta, la radio. Desde entonces no he parado de hacerlo.
Fue precisamente en el medio que más me apasiona, donde supe del programa “Vacaciones en Paz”. Sí que cuando era más joven conocí varias familias que trajeron a mi pueblo, Barruelo de Santullán, niños de los campamentos del Sáhara. No obstante, y desde entonces, no había vuelto a oír hablar de ello.
Tras una entrevista en la radio, fue hace tres o cuatro años, cuando se me pasó por la cabeza el poder ayudar a uno de estos niños. No obstante, el trabajo, las circunstancias y la falta de tiempo, hicieron que fuese posponiendo la decisión. Este año, la Asociación Riojana de Amigos de la República Saharaui Democrática necesitaba familias.
La crisis ha obligado a que muchas Comunidades Autónomas no financien parte del programa, lo que conlleva que algunas familias, incluso, tengan que pagar por traer a los menores dos meses a España. No así, La Rioja, en donde la única responsabilidad de los que acogen es dotar al menor de ropa, alimento, atención y sobre todo, mucho cariño.
Tras un amplio debate con mi pareja decidimos que, tal vez no era el momento. ¿Miedo, temor, comodidad? Tal vez, un poco de todo. En una conversación previa con la asociación que gestiona el programa, yo les había planteado nuestra situación: “somos una pareja gay, de dos chicos y queremos información”. Desde la entidad me comentaron que el perfil del menor ha de adecuarse a la familia, pero que no obstante, el cupo ya estaba cubierto. ¡Había llegado tarde! Pese a todo, me remitieron la documentación para entrar en la lista de espera.
Desde la entidad me explicaron que el programa “Vacaciones en Paz” pretende, principalmente, alejar a los menores de las altas temperaturas de los campamentos de refugiados, en verano. ¡¡¡¡Hasta 50 grados!!!! Asimismo, y mediante acuerdos con las administraciones, se les proporciona un seguimiento médico, financiado por la Seguridad Social. En muchas ocasiones se trata de la única vez que el menor visita a un doctor en todo un año. Las instituciones riojanas, en este caso, financian el programa en su totalidad, e incluso se proporcionan ayudas en el caso de que el menor necesite cuidados oculares o dentarios.
Como digo, nuestra decisión fue la de esperar, y no remitir la documentación para entrar en la lista de espera, en vista de que el cupo de familias estaba cubierto. Cuál fue nuestra sorpresa cuando recibimos una llamada que cambió nuestra perspectiva. Desde la Asociación Riojana de Amigos de la República Saharaui Democrática nos informaron que precisamente, y debido a la dichosa crisis, varias familias con las que contaban, se habían dado de baja del programa.
En ese instante, sabía lo que venía a continuación… Había un menor que se adecuaba a nuestro perfil. Varón, once años, y ya había estado en España. De no cubrirse el cupo de familias, el niño se quedaría sin venir. No lo dudé, remití toda la documentación, y cuando llegué a casa, informé a mi pareja. ¡La decisión estaba tomada!
Tuvimos que asistir a una reunión previa a la llegada del niño. En la misma, me sorprendió gratamente la franqueza con la que desde la asociación te alertan de todos los problemas que pueden surgir. A los de de comportamiento (recordemos que su cultura es distinta a la nuestra) se pueden sumar otros relacionados con el idioma, la falta de costumbres o incluso: los de adaptación.
Las facilidades son totales. El programa “Vacaciones en Paz” pretende, no sólo, que los menores pasen dos meses en España y disfruten de las facilidades de las que allí no disponen, sino que las familias aprendan de ellos. Es más, desde la entidad informan de casos en los que la adaptación no ha sido posible y el niño o niña ha tenido que cambiar de familia, e incluso regresar a su campamento.
Y así, tras recibir toda la instrucción propia de un programa de este tipo, volvimos a casa. No disponíamos más información que el sexo (varón), la edad (once años) y el nombre (Sidi). Ahora, tocaba esperar. Pasaron los días hasta la esperada jornada, la de la llegada.
Los nervios se apoderaron de nosotros. Tuvimos la mala suerte de un pequeño retraso, por lo que fue mi chico, el que tuvo que encargarse de recoger a Sidi. ¡Mi horario de trabajo me impidió vivir ese momento! Sus temores se disiparon en el momento en el que el pequeño (nunca mejor dicho) le conoció.
«Nuestro pequeño» tiene la apariencia de un niño de siete u ocho años, pese a tener once. Recordemos que las condiciones alimenticias en los campamentos de refugiados, no son, ni por asomo, las más adecuadas para el perfecto desarrollo de un menor. Los menores vienen con lo puesto, así que tras un baño reconfortante, en el que se pueden comprobar los efectos de no disponer agua, tuvimos que comprarle ropa de urgencia…
Y así, con estos puntos suspensivos se inicia nuestra aventura que dura ya casi dos semanas. Nuestro amigo Sidi es mejor de lo que nos podíamos imaginar: obediente, tierno, cariñoso, juguetón, bromista, tímido, pero sobre todo, un regalo inesperado del que mucho estamos aprendiendo.
@crisda9delgado