Jang Yeong-jin es uno de los 30.000 refugiados de Corea del Sur llegados desde el Norte. A sus 56 años, Jang acaba de percatarse de su verdadera orientación sexual, como relataba recientemente a la Agencia Efe en Seúl; «No sabía qué era ser homosexual, porque el concepto de homosexualidad no existe allí, viví más de 35 años en Corea del Norte siendo gay sin saberlo… En Corea del Norte el gobierno decide lo que está bien o mal, por lo que carecíamos de información sobre otros países o sociedades», relata el refugiado en una entrevista con Efe en Seúl. Jang editó en abril una novela autobiográfica en la que relata su infancia y juventud en el país más hermético del mundo.
El código penal norcoreano no contempla como un delito la homosexualidad, más bien ignora o niega su existencia, aunque hace alusión a la existente en occidente para explicar su «decadencia moral» frente a la pureza de los valores socialistas del país.
A Jang, sin embargo, ser afeminado no le causó ningún problema. «En la universidad me decían que parecía una chica, así que los chicos se acercaban a mí y me brindaban mucho cariño y atención». Lo mismo le ocurrió en sus 7 años de servicio militar (¡lo normal son 10!), donde muchos compañeros le elegían como compañero de lecho. «A pesar del frío invierno sólo nos daban una manta fina, así que solíamos dormir abrazados. Como pasan años sin ver a una mujer, es habitual que los soldados se besen y acaricien, y es visto como solidaridad entre compañeros. Nadie lo relaciona con la homosexualidad».
Tras el servicio, regresó a Chongjin, donde tuvo que casarse. No pudo relacionarse sexualmente ni una sola vez con su mujer durante los 9 años que duró la relación, pues sólo pensaba en Sun-cheol, su mejor amigo de la infancia, del que estuvo enamorado en secreto durante toda su juventud, aun sin llegar a comprender sus propios sentimientos. Cuando solicitó el divorcio y se lo denegó el Gobierno, comenzó a sentirse culpable por hacer infeliz a su esposa y no poder darle hijos, así que decidió desertar a Corea del Sur. Tras intentarlo sin éxito a través de China, en 1997 Jang tomó el camino más corto, inusual y arriesgado: cruzó los bosques minados de la Zona Desmilitarizada (DMZ) en una aventura que captó la atención de varios medios de comunicación surcoreanos.
Desgraciadamente el desenlace de esta historia no es del todo feliz, una cadena de televisión reveló su nombre real, por lo que las autoridades norcoreanas mandaron a sus familiares cercanos a campos de trabajo y varios murieron.
La vida de Jang Yeong-jin es un relato indispensable para que el mundo entero conozca las barbaries que todavía se hacen en este mundo contra los derechos humanos básicos. Ojalá algún día la orientación sexual no ponga en peligro la dignidad ni la vida de nadie. Seguiremos luchando por ello.
Fuente: latercera.com