Adopción y subrogación

Hay niños que vienen al mundo casi sin sentir. Llegan; aún sin ser buscados, sin saber si serán bien recibidos, si los amarán. Empero, para millones de personas, tener (o no tener) un hijo es una expresión de su amor y su voluntad; voluntad que comprende la forma en que se espera tener ese hijo. Voluntad que con frecuencia se olvida.

Las decisiones vitales tienen múltiples variables y derivadas. Los entornos, las creencias, una ideología o cierta vivencia individual las modifican. Pero, en todo caso, son decisiones propias.

¿Por qué no adoptas?

La primera vez que me lo preguntaron, mientras yo me hablaba de subrogación, estuve cerca de sentir la necesidad de una coartada, una justificación. Desde entonces… ¿a quién no le han hecho la pregunta? Un familiar, un compañero bien intencionado, un conocido que, muy motivado y oteándonos con fijeza, nos suelta: «¿Por qué no adoptas? ¿Por qué no adoptáis?»

La réplica ágil, que un amigo da cuando le hacen la pregunta, es: «¿Has adoptado tú? Con frecuencia le responde un silencio culposo, donde entre líneas se barrunta: «Que adopten ellos, los otros, los infecundos… Yo he logrado tener un hijo y no tengo por qué adoptar…»

Adopción y subrogación no son equiparables.

En la adopción se pretende dar un hogar a un niño. Integrar a un niño, ya existente, en una familia que se beneficia de la llegada de un nuevo miembro. Se trata de buscar el interés superior del menor y no tanto de dar solución al deseo de los adultos de ser madres o padres, aunque ellos vean así cumplidos sus anhelos.

Estamos en presencia de un trinomio: el niño, los padres biológicos y los padres adoptivos.

La gestación por sustitución es el final, o el principio según los casos, de la búsqueda del hijo propio mediante el recurso a la ciencia. En la subrogación se pretende engendrar una nueva vida. Un nuevo niño llega a su familia, que lo ha estado esperando y gestando meses, años.

Es un binomio: el niño y sus padres.

La adopción surge cuando un niño carece de padres capaces de cuidarlo y protegerlo, por la causa que sea. Los padres adoptantes no originan, no causan, en forma alguna, el nacimiento de ese niño; aunque le darán todo lo que el amor pueda concebir.

En la gestación por subrogación no hay, a priori, ningún niño que proteger: es savia recién nacida que de otra forma no existiría. El hijo es consecuencia de los hechos y decisiones de sus padres, nace porque estos han dado los pasos precisos para concebirlo y gestarlo.

Por tanto la decisión personal es: ¿Quiero tener un hijo propio? ¿Quiero adoptar un niño? O…

O ambas a la vez, para lo que hace falta tener un corazón especialmente grande y dotado de amplias vistas, lugares cálidos y rincones preñados de amor (como vuestro hogar, Manuel, Marcos, queridos amigos).

Y cuando digo hijo propio no me refiero a determinantes genéticos o biológicos. Un hijo nacido mediante donación de semen es mío, aunque no sea mi semen el utilizado para su concepción. Pero si se ha usado MI  voluntad. Un hijo nacido mediante donación de óvulos es mío, aunque no sea mi óvulo el usado, sino MI voluntad. Un hijo nacido de una donación de útero es mío, aunque no sea mi útero el que ha gestado, pero está aquí y es como es por que YO he realizado unas acciones y tomado unas determinaciones que son responsables de su sangre, su carne, su vida, su alma.

La adopción es un gesto de devoción, de pasión por el hijo. Voluntario y decidido. Hacen falta muchas cosas para ser capaz de adoptar a un niño, convertirlo en hijo propio y darle el amor que necesita. Pero no es un tratamiento de la infecundidad. Ni el ser fecundo excluye la adopción.

No vale, no es admisible, reservar la adopción a familias que tiene problemas reproductivos, como si el adoptado fuese un premio menor, un regalo de consolación para los que no han podido realizar, a plena satisfacción, la carrera reproductiva.

No es licito decir «por qué no adoptas» a la mujer sin útero, al matrimonio masculino homosexual, a la pareja heterosexual con múltiples abortos, a…

No es lícito. Salvo que concluyamos que lo importante no son los derechos de las personas, sino los de la raza y que, por tanto, si no eres una diosa de la fertilidad o un semental reproductor, no le sirves a la especie y no tienes derecho a tener hijos propios.

No es así. Recurrir a la Medicina Reproductiva y a la Tecnología de Reproducción Asistida forma parte de los Derechos Sexuales y Reproductivos. Todas y todos tenemos el mismo derecho a ellas.

Como todos y todas tenemos el mismo derecho a adoptar. Y la misma obligación.

Iván y Ricardo son padres de familia numerosa. Hace un tiempo dejaron al alcance de los ojos un poema, ignoro el autor, que dice mucho pese a su brevedad. Leedlo con calma, oyendo esa música que tanto os gusta, mientras vais edificando vuestro proyecto de familia.

Puede que cuando llegue tu hijo nadie diga que se parece a ti.
Es cierto que no tendrá tu nariz, pero te reconocerá al olerte;
no tendrá tus piernas, pero serás tú quien sienta sus pataditas cuando lo acunes;
no tendrá tus manos, pero se agarrará con fuerza a las tuyas;
no tendrá tus brazos, pero será a ti a quien abrace;
no tendrá tu voz, pero cuando diga mamá/papá te estará mirando;
no tendrá tu pelo, pero querrá que seas tú quien se lo acaricie;
no tendrá tu boca, pero sí tu sonrisa;
no tendrá tus ojos, pero sí tu mirada.

Y será tu hijo, vuestro hijo. El que hayáis decidido. Por el método, la vía, el recurso o la técnica que hayáis decidido. Como personas libres, autónomas y maravillosamente vivas.

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