El «Lobby gay», ese inquietante concepto.

El término lobby significa «grupo de presión formado por personas con capacidad para presionar sobre un gobierno o una empresa, especialmente en lo relativo a las decisiones políticas y económicas«.

No es un término positivo, generalmente, pues solemos referirnos con él a grupos que presionan a las instituciones públicas para anteponer sus intereses económicos privados frente al bienestar del resto, como es el caso del lobby de las armas en EEUU.

En la última década el concepto lobby gay esta en la boca de muchos, la mayoría detractores (y algún partidario confundido) de la normalización e integración de la diversidad sexual humana. Por ejemplo, ha sido extensamente utilizado en el último debate sobre si Elsa debería o no ser lesbiana en la segunda parte de Frozen:

lobby gay Muchas personas que, por supuesto de inicio se declaraban «no homófobas» denunciaban que el lobby gay estaba presionando a Disney para que Elsa fuera homosexual, y pedían que sus hijos no tuvieran que ser expuestos «a la fuerza» a tal «atrocidad» por culpa de este «grupo de presión». Me temo que éste término se ha convertido en el hacha de guerra de los homófobos sutiles. Esos homófobos que no saben que son homófobos. Esos ciudadanos de primera que no quieren exterminar a los homosexuales ni los considera enfermos mentales, pero que consideran que deben quedarse donde están: En un segundo plano. Ese segundo plano contra el que luchamos la población LGTB todos los días y que éstas personas consideran que deberíamos agradecer. Ese papel segundón en series  y películas, esa invisibilidad en cualquier producto dirigido a menores de edad, ese semiderecho de los transexuales a cambiarse de sexo pero no poder cambiar de baño público, etc etc. Esa población a la que no le importaría tener un amigo o familiar gay, mientras «no sea muy evidente» ante sus otros amigos o familiares. Esa población que refunfuña cuando sale un beso gay en la televisión pero que ven diariamente morir a refugiados en sus pantallas al tiempo que le dan potitos a su bebé. Esa población que se considera «no homófoba» por el simple hecho de no querer exterminar a la población LGTB y no haberse opuesto al matrimonio homosexual (aunque eso de la adopción ya es otro cantar).

La excusa para señalar y acusar al supuesto lobby gay, (autoexcusa, pues considero que sobretodo este mensaje se lo dicen a sí mismos), es que dicho lobby presiona para aparecer en los medios por algún deseo maléfico de poder y monopolio. Fantasean con un peligro inminente, con un enemigo. Se afirman a si mismos que este lobby, con su intención maléfica de LGTBizar el mundo, pretende privar de derechos y presencia a la población heterosexual. Vaya…si nos fijamos bien, consideran que queremos hacer con ellos lo que ellos pretenden hacer con nosotros.

El término lobby gay es un término tramposo. Convierte en «grupo organizado de presión» a una simple persona que pide a Disney que la orientación sexual del 10% de los niños del mundo, aproximadamente, se haga visible en el gigante del cine infantil. Una simple persona que es secundada por muchas otras personas que quieren lo mejor para sus hijos. Que quieren para sus hijos lo que hubieran querido tener ellos de pequeños para evitarse mucho sufrimiento: Referentes.

No olvidemos que ser visibles, al menos como segundones en las series y películas de nuestras cadenas nacionales, en sus anuncios, o en sus personalidades públicas, ha facilitado nuestra normalización. Y en esa dirección sigue nuestra lucha. En ser, sin más privilegios que cualquier otro, parte del todo. Parte de un mundo lleno de minorías, un mundo diverso, que no tiene ciudadanos invisibles ni de segunda.   

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