Educación: la importancia de las consecuencias

Ni la sillita de pensar, ni las caritas tristes, ni los castigos… Tampoco las caritas contentas, ni los premios. Entonces ¿hay otra forma de educar?

Pensar es demasiado bonito para sentar a un niño a hacerlo por imposición. La sillita de pensar se ha puesto de moda , pero ¿en qué piensan los niños cuando se les sienta en ella porque se han portado mal?, ¿realmente sirve de algo? Si un niño se equivoca, ¿es necesario pintarle una carita triste en su manita para recordarle su error?, ¿no estará ya demasiado triste  por su equivocación? Hacer un regalo a tu hijo por el simple placer de regalar es maravilloso, no tiene nada que ver con prometerles un regalo para conseguir que hagan algo, eso no es regalar, es sobornar.

Los niños no aprenden así. Al menos no aprenden realmente. Quizá este tipo de técnicas solucionen algo a corto plazo, momentáneamente, pero no les enseñarán a tomar sus propias decisiones y a actuar con criterio.

Los castigos producen malestar, rabia, miedo, deseos de revancha. Todos estos sentimientos no aportan nada bueno a nuestros niños. El miedo les paraliza y les resta iniciativa a la hora de tomar decisiones. Un niño que es castigado a menudo terminará mintiendo u ocultando sus errores. La rabia y el deseo de revancha harán que el niño rete a sus padres. ¿Es así cómo queremos que funcionen nuestros pequeños?

Pensemos ahora en los premios. Algunos padres ofrecen a los niños premios como ir al cine, al parque, a patinar… Actividades que deberíamos hacer con nuestros hijos habitualmente y no como recompensa. Por otro lado están los premios tipo: si haces esto, te compro aquello. Sobornar lo llamo yo. Y si el niño consigue hacer eso que sus papás esperan de él no tendrá una motivación real para hacerlo, y si el niño no lo consigue será que no puede, con regalo o sin él, que es que algunas cosas no las hacen simplemente porque no están madurativamente preparados y los adultos dispuestos a comprarlo todo e incapaces de comprender lo evidente.

Todas estas técnicas sitúan al adulto en una posición de superioridad respecto al niño. El adulto es la autoridad, la voz de la experiencia y el sabelotodo. No son métodos respetuosos para los pequeños, sin embargo existen otros que sí lo son. Hablamos de técnicas basadas en la empatía, en la comprensión, tratando a los niños de igual a igual y con el respeto que merecen. ¿Entonces que otra forma hay para educar?

Enseñar a un niño que todo acto tiene una consecuencia es la forma más adecuada para hacerles madurar y tomar sus propias decisiones. Los niños aprenden por ensayo-error. A largo plazo estos niños tomarán decisiones inteligentes por iniciativa propia. Debemos distinguir entre dos tipos de consecuencias:

  • Consecuencias naturales: la consecuencia de una falta tienen un resultado natural. «Si no comes ahora, después tendrás hambre», «Si no te pones el abrigo, pasarás frío».

Este tipo de consecuencias no siempre se pueden aplicar, ya que habrá momentos en los que el niño pueda correr peligro: «Si cruzas sin mirar te atropellará un coche.» En estos casos aplicaremos las consecuencias lógicas.

  • Consecuencias lógicas: la consecuencia de una falta tiene un resultado relacionado.

«Si cruzas sin mirar, tendré que llevarte todo el tiempo de la mano.»

Condiciones que deben cumplir las consecuencias para que resulten efectivas:

  1.  Al niño hay que explicarle con claridad cuáles son las normas.
  2. El adulto explicará al niño que cada falta tendrá una consecuencia.
  3. La consecuencia debe tener una relación directa con la falta. «Si rompes un juguete a tu hermano a propósito, tu hermano podrá elegir uno de tus juguetes y quedarse con él.»
  4. La consecuencia debe ser proporcional a la falta. «Si no comes el puré de postre, tendrás que comer fruta.»
  5. La consecuencia debe ser inmediata. «Si no haces la tarea de hoy, esta tarde no podrás ver televisión.»
  6. La consecuencia debe tener principio y fin. «Si te niegas a estudiar y después suspendes el examen, dedicarás media hora durante tres días a recuperar lo atrasado.»

Entonces, ¿cuál es la diferencia entre el castigo y la consecuencia?

  1. El castigo impone la voluntad del adulto; la consecuencia denota buena voluntad por parte del adulto.
  2. El castigo atribuye la responsabilidad al adulto; la consecuencia, al niño.
  3. En el castigo prima la autoridad del adulto; la consecuencia permite tomar decisiones al niño.
  4. El castigo es subjetivo y en ocasiones depende del estado de ánimo del adulto; la consecuencia es objetiva y simplemente se relaciona con la falta.
  5. El castigo provoca sentimiento de rabia, malestar y miedo; la consecuencia es educativa y enseña a los niños a tomar decisiones.
  6. El castigo provoca amenazas y en ocasiones humillación; la consecuencia ofrece recursos que ayudan a madurar al niño.

Y es que nuestros niños deben aprender desde muy pequeños que cada acción realizada tendrá un resultado. En esto se basan las consecuencias, para bien y para mal. Si somos capaces de enseñarles esto, ellos aprenderán a escoger entre todas esas opciones que nos ofrece la vida.

Conseguir que nuestros niños crezcan seguros de sí mismos , que aprendan a tomar decisiones ellos solos, que se conviertan en personas resolutivas y maduras, depende en gran parte de las metodologías que utilicemos en su educación. Es nuestro deber como padres o educadores hacer una reflexión sincera y saber elegir bien.

Mayte Gómez González

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