A veces la homofobia se combate con educación y empatía. Pero cuando no tienes ganas de educarte y en tu sistema de valores no cabe intentar ver al otro, entenderlo y respetarlo, al menos que dejes de manifestar tu homofobia porque no te compensa.
Es el caso de Polonia, que desde que gobierna la extrema derecha lleva años dándonos malas noticias en lo que a políticas LGTB se refiere.
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Desde 2019 casi 100 municipios se declararon «zonas libres de LGTB«, en un claro intento por excluir y estigmatizar a gays, lesbianas, bisexuales y trans. No es que se echara a los miembros del colectivo de los barrios, pero sin duda era una declaración simbólica sobre lo poco que gusta y se tolera su presencia.
El Parlamento Europeo señaló hace poco que es probable que los países que tengas políticas abiertamente homófobas como Polonia y Hungría, no recibirán fondos de ayuda local.
El vicepresidente polaco, Zbigniew Ziobro, calificó de «terrorismo económico» esa decisión e hizo «un llamamiento a los gobiernos regionales para que no sucumban al chantaje de la UE«. Pero sus palabras no han tenido mucho peso porque ya son 3 los municipios polacos que se han retractado de ser zonas libres de LGTB y lo han reemplazado por u documento sobre la «adherencia a la tradición, el respeto al trabajo, la propiedad, la cordial hospitalidad y, por encima de todo, el respeto por la dignidad y los derechos de todo ser humano». Asimismo, se defiende la «tradición cristiana» como parte fundamental del Estado polaco y se subraya la «pertenencia a la comunidad europea».
Nos alegramos de esta decisión, y de que la vicepresidenta de la Comisión Europea, Vera Jourová, dijera que las zonas libres LGTB «no respetan los valores de la Unión Europea» y amenazara a los gobiernos que se adhiriesen a tal declaración con «perder un total de 2.500 millones de euros en fondos de cohesión».