«Soy Florencia de La Plata (Argentina) y quería contarles nuestra historia porque quizá le sirva a otras personas para no desanimarse.
Estuve 7 años casada (sin papeles), con el padre de mi única hija, Catalina. En el año 2006, con 2 añitos, la nena comienza jardín maternal y además de ese acontecimiento importante, sucedería otro que cambiaría nuestras vidas para siempre.
Mi hija conoce a una compañerita, Zoe, de la cual se hace muy amiga, lo que deriva en que su familia y la mía comiencen a relacionarse. Pasaron dos años de una estrecha amistad entre los hombres de ambas familias y así también de Bárbara (mamá de Zoe) y mía, en la cual pasábamos horas y horas entre largas charlas, mates de por medio, cenas compartidas y hasta viajes compartidos.
Jamás en mi vida me hubiera imaginado que empezaría a tener atracción por Bárbara.
No pasaba un día sin vernos. En ese entonces nos comunicábamos a través de mensajes de texto, messenger, o llamadas. Pasábamos horas chateando: siempre teníamos tema de conversación. Siempre. Hasta de nuestras relaciones íntimas con nuestras parejas. Los hombres ya se aburrían al ver que nosotras nos la pasábamos charlando y ellos ya no tenían tema del cual hablar. Y nosotras siempre encontrábamos uno; el cual requería tener que comunicarnos, chatear, vernos; lo que fuera.
El sentimiento en mí fue creciendo a pasos agigantados; jamás supe de qué se trataba. Mis ganas de darle un beso en la boca eran insostenibles. Pero intentaba sacar esa idea de mi cabeza porque era una completa locura; estaba loca. Yo, 7 años de matrimonio y ella 15, con 3 hijas.
Cada día que nos veíamos era peor. Cuanto más hablábamos, más me parecía que a ella le pasaba algo similar a mí. Me cargaba diciéndome cosas como: «Te morís de ganas de darme un beso, ¿no?» Y yo por dentro gritaba: «Síiiiiiii».
Y ese día llegó. Luego de muchas idas y venidas y un sentimiento ambiguo en mi corazón, ya no resistía más ese deseo. Luego de pasar una tarde de club, después de una cena familiar y con unas copas de más, la quise besar. Claro, me corrió la cara, nuestros maridos estaban en el comedor de su casa. «Estás loca», me dijo. «No sabés lo que hacés». Al rato, fuimos al patio de su casa y lo concretamos. Tanto ella como yo quedamos en un estado único. Con la sangre hirviendo y sin saber qué era lo que estaba pasando.
A los dos días, luego de dejar a nuestras hijas en el colegio, nos volvimos a encontrar como en otras tantas tardes. Yo me moría de vergüenza por lo sucedido. Bárbara, como si nada, siempre remontando todas las situaciones. En un momento de la charla me acerqué a ella y le dije: «Fijate cómo me pongo cuando estoy con vos, cuando estás cerca de mí…» Ahí nos unimos en un beso profundo y en una caricia que podía transmitir sentires que no sabíamos que podían llegar a existir.
A los 4 meses me separé de mi esposo. Me puse a buscar trabajo y un departamento para alquilar. Intentamos mentir acerca de lo que nos pasaba pero en ese tiempo fue insostenible. No podíamos cortarla, ni queríamos. Tampoco sabíamos exactamente si era el deseo de algo prohibido, curiosidad o qué, por eso ambas intentábamos mantener nuestras relaciones de pareja.
Luego de mi separación vivimos tiempos muy difíciles, ya que Bárbara continuó un año más casada y viviendo con su familia, mientras yo reorganizaba mi vida con mi hija. Ella intentó recomponer su matrimonio y que todo lo nuestro pasara al olvido. No pudo. Al año se separó y luego se divorció. Claro, era amor lo que sentía aunque intentó una y mil veces olvidarse de mí y no verme nunca más.
Luego de muchas idas y venidas, peleas, malestares, intentos de volver con su marido, entre todo ese tiempo, hoy hace 5 años y 3 meses de aquel primer beso. Nuestras hijas lo supieron al tiempo de habernos decidido a estar juntas, nos costó muchísimo. Hoy nos encontramos buscando un hogar para vivir las 6 juntas y en marzo del año que viene, nos casaremos si todo continúa de esta manera.
Muchas veces bajé los brazos, la traté de cobarde e intenté olvidarme de ella. No pude. Siempre le dije que iba a dejar de pelear por ella, el día que me dijera que no sentía más amor por mi. Y aquí estamos, en la foto con nuestras hijas celebrando el día de las madres».
Florencia