El 3 de julio de 2005 cambió nuestra vida. España aprobó por fin el matrimonio igualitario, reparando así años de dolor, injusticia e invisibilidad. Se convirtió en el tercer país en el mundo en dar este importante paso, y en uno de los más gayfriendly y respetuosos del planeta.
En ese momento dos de mis mejores amigas tenían un niño de 3 años, Jonás, que a pesar de haber sido criado y cuidado desde su primer segundo de vida por sus dos madres, la ley solo reconocía a una de ellas, a quien lo había gestado.
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Hoy, a diferencia de Jonás, mis hijos Samuel y Blanca tienen dos madres. Pude ir a de la mano de mi mujer a una clínica de fertilidad, Reproclinic, uno de los mejores centros lesfriendly de la ciudad, ser tratada con respeto, que se valorara mi modelo de familia sin preguntar por “el padre”, sin miradas incómodas, sin nada que pudiera hacernos sentir mal.
En Reproclinic conocimos a parejas de lesbianas que viven en países vecinos y que no pueden embarazarse en ellos, porque sus modelos de familia “sin padre” no tienen cabida en la reproducción asistida ni de centros públicos ni de centros privados. Totalmente injusto.
17 años han pasado desde que nuestro país hizo historia y se convirtió en un gran referente.
Ante un escenario tan propicio para nuestra felicidad, las mujeres lesbianas nos animamos a apostar más por nuestra visibilidad, cada vez aparecieron más y más referentes lésbicos en el cine, la televisión, el deporte, la literatura, el arte, la política, etcétera.
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La presencia de lesbianas solteras y en pareja aumentó un 241% en las clínicas de fertilidad para buscar formar familias.
Cada vez somos más, cada vez somos más fuertes y más visibles. Estamos en los coles, en los espacios públicos, en las series de televisión.
Hemos apostado por nuestro amor y seguimos apostando por nuestra felicidad. Estamos a punto de conquistar nuevos derechos, como el no necesitar estar casadas para filiar a nuestros hijos, en la nueva ley LGTBI.
17 años y todo lo que nos queda por recorrer.
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