Se dice que a las lesbianas les chiflan los gatos pero la mayoría de nuestros amigos gays también tienen uno o varios, además de perros, hámsters o periquitos. O sea, que parece ser que a las personas LGTB nos gustan los animales y queremos tener animales de compañía. Y eso debieron pensar Steve Jenkins y Derek Walter cuando adoptaron adoptaron a Esther. La pequeña salvedad es que ellos pensaron que Esther era una micropig que llegaría a los 30 kilos como mucho y no les salieron bien las cuentas.
Esta historia es especial por todas partes, ya que no es habitual tener un cerdo como mascota. Pero también lo es porque Esther tiene dos papás.
Esther creció y ahora pesa casi 300 kilos y tiene 1.3 millones de seguidores en Facebook, más de 450.000 en Instagram, y ahora es la protagonista de un cuento para niños y niñas que han escrito por sus papis, titulado The True Adventures of Esther the Wonder Pig.
La historia es de amor, aceptación y el mensaje universal de que las familias que parecen poco ortodoxas pueden ser tan amorosas como cualquier otra.
Uno de los principales mensajes que queremos transmitir a los lectores de todas las edades es que las familias tienen diferentes formas y tamaños. Está bien ser diferente porque eso es lo que hace que tu familia sea especial. Queremos que se den cuenta de lo importante que es ser amable con todo tipo de personas y, por supuesto, con todo tipo de animales.
Walter, mago profesional, dijo que poco después de comenzar la página de Facebook para Esther, en 2013, se hizo evidente que tenía potencial de estrella.
Hemos recibido noticias de padres que dicen que pudieron mostrarle a sus hijos que estaba bien tener padres del mismo sexo, que Esther también tiene dos padres. Esther nos enseñó que todos los seres solo quieren ser amados, incluso aquellos a los que la mayoría de las personas solo ven como comida.
Los cerdos no son diferentes de nuestras otras mascotas, que anhelan atención, dan y reciben afecto, y que todos los animales, especialmente los animales de granja, son tan merecedores de nuestro amor y compasión y no deben tratarse como una mercancía para el hombre.