30 años casado. Terapeuta especializado en curar homosexuales y miembro de la Iglesia Mormona de Utah con su programa «Viaje a la hombría» (Journey into Manhood).
Pues bien, después de ganar muchísimo dinero con sus diversas técnicas antihomosexualidad, –cobraba 240 dólares (unos 210 euros) por una sesión de hora y media– ha pasado lo que tenía que pasar. A sus 54 años -nunca es tarde para dejar de dañar al prójimo y a uno mismo- David ha tenido el valor -y la poca vergüenza después de la que tenía liada- de anunciar que busca novio, después de que Rich Wyler, una de las personas con las que Matheson creo sus Programas de Terapias de Conversión, confesara que el terapeuta era gay. (Foto inferior, David y su mujer).
Se destapa así la locura y la mafia que existe tras el negocio de las Técnicas de Conversión en EEUU y sus centros de internamiento de Rehabilitación de la homosexualidad (muy bien retratados en las películas Boy erased y The Miseducation of Cameron Post).
«Hace un año me di cuenta de que tenía que hacer cambios importantes en mi vida. Me di cuenta de que no podía mantener mi matrimonio durante más tiempo. Me di cuenta de que tenía que reafirmarme como gay», se puede leer en este extenso comentario que ha conmocionado a la comunidad mormona de Utah.
Lo único que tiene un poco de coherencia en este historia es que para su Iglesia, ser gay no es pecado. Lo es actuar en relación a ese deseo, ya que el matrimonio heterosexual es el fin último de un hombre y una mujer según su religión. Pues bien…parece que David ha decidido pecar. (Lo más gracioso que, aunque el matrimonio homosexual sea pecado para esta religión, no lo es la poligamia ni otras prácticas poco extendidas en occidente).
Su salida del armario se produce en un buen momento, ya que varios políticos del estado de Utah plantean la propuesta de ilegalizar los programas de «conversión» de menores. Un proyecto hecho ley ya en 15 estados del país, entre los que destaca Nueva York, último en prohibir las licencias a profesionales para realizar esta terapia pseudocientífica con menores de edad.
Matheson reconoce que su propia homofobia interiorizada le llevó a sacar rédito de los programas de conversión: «Me di cuenta por primera vez de mis sentimientos hacia otros chicos cuando era adolescente. Pero, no quería. Me horrorizaba la idea. Por entonces (años 70´) eran condenados por los líderes de la iglesia mormona como pervertidos, malvados, débiles y malos. Las relaciones homosexuales eran crímenes contra la naturaleza (…) Me doy cuenta ahora de que junto con el valioso trabajo que he hecho (!!!) también he perpetuado algunos juicios de valor, de los que me avergüenzo, con algunas de las terapias de las que ahora me arrepiento (…) Me rompe el corazón pensar que he hecho daño a algún hombre al que he tratado cuando le intentaba ayudar«.
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En fin. La homofobia sigue haciendo mucho daño, incluso entre los miembros de la propia comunidad LGTB.