«Una de las cosas que más me ha sorprendido, desde que soy madre, es darme cuenta de cómo la sociedad juzga tu rol de mujer-madre continuamente y, si te sales un poco de lo estipulado, ya te miran con el ojo torcido.
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No, no me gusta ir al parque y pasarme dos horas hablando con otras madres (si hay que hacer se hace, pero me aburro como una ostra). No, no me gusta contar cuentos (lo hago fatal y bostezo desde la primera página). No, no me atrae la idea de planear las vacaciones en función de la cantidad de atracciones de niños/as que hayan en el lugar (las vacaciones han dejado de ser un paraíso de descanso y desconexión). No, no me siento plena solo con educar y amar a mi hija (me hace feliz mi hija, pero mi plenitud pasa por otras muchas cosas además de adorar a mi pequeña princesa).
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Mi mujer es todo lo contrario a mí, ella puede sentirse feliz y dichosa una tarde entera en el parque, ella adora contarle cuentos, jugar a muñecas, planear un fin de semana de actividades infantiles…vaya, todo aquello que yo encuentro absolutamente aburrido.
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¿Es mejor madre que yo? Pues no, es simplemente una persona diferente con un rol diferente. Ella abarca unas cosas y yo otras, pero el amor (que al final es lo único que importa) es el mismo.
Eso sí, ante los ojos de los demás ella siempre será la madre (sacrificio y entrega) y yo, bueno…, con mi aspecto poco femenino y mi aversión a los chiquipark, soy el padre.
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Lo entiendo, entiendo que desde la perspectiva cultural (madre-mujer-esposa) mi rol sea el de hombre, pero ¿qué simplista, no?
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¿Sabéis cuántas madres-mujeres he visto en el parque con cara de acelga? Muchísimas. Y son muchísimas porque todavía hoy si eres mujer y eres madre tienes la obligación de tener ese rol, un rol único y exclusivo de alguien que, una vez tiene hijos/as, ya no necesita nada más. Muchas mujeres se sienten obligadas y presionadas por la sociedad para ejercer ese papel, no hay elección, es lo que te ha tocado.
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Pues no, claro que hay elección, la elección de ser como eres independientemente de lo que crea el resto que has de ser o hacer. Madre mía, cuántas etiquetas estipuladas y cuántas vidas frustradas solo por normas sociales.
Si eres mujer has de ser…, si eres hombre has de ser…, si eres madre has de ser…, si eres lesbiana has de ser, si eres bisexual has de ser…, si eres transexual has de ser…
¿Cómo hemos de ser? ¿Cómo alguien lo definió hace siglos? ¿Como manda la religión? ¿Como dice tu familia? ¿Como dicta la tradición?
Pues desde una perspectiva psicológica sana y positiva, has de ser como seas, sin sentirte culpable por ser de una determinada manera. Lo único imprescindible en la vida de tus hijos es el amor, el apoyo y la rectificación constante, todo lo demás es secundario.
Yo soy feliz combinando mi tiempo entre mi hija, mi trabajo y mis aficiones y mi mujer es feliz centrando su vida en la crianza. Las dos hemos elegido libremente lo que nos hace sentir mejor, las dos hemos aceptado sin prejuicio que cada una ejerza su papel de madre como le de la real gana».
Vani G. Leal,
Mujer, madre, psicóloga de vocación y filósofa de corazón.
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