Tener que andar explicándose todo el día es agotador.
Que si soy o no soy… Que si pienso aquesto o aquello…
Y encima las preguntas amistosas, esas que nos hacen con sonrisa pícara, mirada de entender o cara de “en mi puedes confiar, tengo muchos amigos como tú”.
Gais y lesbianas somos carne fresca para quienes piensan que tienen potestad para preguntar y, por qué no, ayudar a que nos “aclaremos”.
-¿Qué no te gustan las mujeres?
-Pero… tu has visto cómo está aquella, cómo se mueve pidiendo guerra??
-¿Gay? ¿Seguro??? ¿Seguro que estás seguro?
O bien
-No lo pareces ni un pelín, no se nota nada… ¿De verdad eres lesbiana?
-Y entonces… ¿qué entra ahí!?
-Pero… ¿tu has estado con un hombre de verdad (como yo, quiero decir)??
No creo exagerar si digo que lindezas de este estilo -y linduras mucho más barriobajeras- las hemos tenido que soportar casi todas las personas LGBTI+ en algún momento.
Sin embargo, por agotador que resulte, no creo que lo sea tanto como puede serlo para los menores trans. Hormonas, ropa, nombre… dan al club de los amigos de la pregunta perpetua mucho juego.
De ahí mi alegría al saber que en mi tierra jaenera, en la Sierra de Cazorla, se pondrá en marcha, durante el mes de septiembre, el primer “Campamento Trans para jóvenes trans, familiares y amigxs”, organizado por la Asociación de Transexuales de Andalucía (ATA)-Sylvia Rivera (@ATA_Trans) y con el apoyo del Instituto Andaluz de la Juventud. Se trataría de compartir, durante unos días, un «espacio de convivencia entre iguales».
Imagino las ganas con las que chicas y chicos acuden a un campamento “entre iguales” donde no hay nada que explicar a nadie. Es más, si se explica, cuenta, pregunta o dice algo, será a quién se quiera y porque se quiere.
En estas felices reflexiones andaba yo cuando, por sorpresa, me alcanzó la noticia. La portavoz adjunta de Vox en el Parlamento de Andalucía, Ángela Mulas, nos informaba que no se va a «permitir que el dinero de los andaluces siga destinándose a actos de carga lobista e ideológica».
Sorprendente afirmación de quien se supone, por ser cargo público, que debería hablar desde el conocimiento y no desde la más rancia incultura.
Por desgracia, cuando la incultura croa, rara vez hácelo sola, de manera que el mensaje de la señora Mulas ha alumbrado una cascada de opiniones de gente que cree que dignidad y libertad empiezan por !quetecalles!
La directora del observatorio andaluz contra la LGTBIFOBIA, Natalia Ronco resumía los valientes ataques: “El anonimato de estar detrás de un teclado hace que se saque lo peor de cada persona, con mensajes que llegan a decir que los niños trans son monstruos o Frankenstein y que hay que curarlos«.
Curarlos. ¿Curarlos? ¿De qué?
Como es lógico, las reacciones en defensa de menores y jóvenes han sido múltiples y el rotundo apoyo social y de organizaciones de familias ha mostrado que el mundo es mejor de lo que piensan los totalitarios.
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Pero… casi siempre hay un pero. El apoyo, la defensa, la reacción de la población no logra quitar de mi cabeza una imagen. La de un niño o una niña (porque no sé quién eres) en su cama, llorando. Preguntándose por qué es malo, rogando por no sentir como siente, por no saber lo que sabe. Ese secreto del que su familia no quiere ni oír hablar.
Las matemáticas son tozudas. Las estadísticas se cumplen. Y, por pura certeza estadística, en el entorno de la portavoz, en el entorno de Vox, en el contexto de quienes han vomitado su odio en las redes sociales, debe haber, como poco, un menor trans.
Que no puede crecer. Que no puede sentir. Que ha de vivir la vida que dicten de otros. Que ha de reír mientras por dentro se rompe cada día un poquito más. Atrapado. Escondido. Solo y a solas con su angustia.
Quienes respiran odio no piensan en ti. Quienes viven del odio no te presienten.
Pero yo no logro quitarte de mi cabeza. Ni quiero.
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Imagino cómo sonreirías en la sierra de Cazorla, con qué ojos mirarías alrededor y… y ¿habrá alguna vez un campamento de verano para ti? Sin dolor, sin miedo, sin esconderse más.
Quiero alargar mi mano hasta la tuya, extenderme para abrazarte. Para decirte que espero conocerte fuerte y libre. Para decirte que te quiero.
Porque no sé ni quién eres ni dónde estás, pero seas quien seas, niñe, yo te quiero. Y espero que quienes deberían ayudarte y ofrecerte su apoyo abran un día los ojos y vean la verdad: que eres una persona maravillosa.
¡StopTransfobia!!