Aunque lo diga el dicho, no todos los niños dicen siempre la verdad:
Todos nuestros pequeños han dicho alguna vez una mentira. Es sobre los 6-7 años que la conducta tiene una intencionalidad moral compleja, por lo que es sobre esa edad cuando un niño empieza a ser consciente de que esta “engañando al otro” cuando miente. En un principio mentir puede ser un juego fascinante porque permite al niño descubrir que sus padres no controlan todo lo que hace y que tiene cierto control sobre las consecuencias de sus actos, pero este juego no suele pasar de pocos meses diciendo mentiras sin trascendencia.
A los 7-8 años nuestros pequeños y pequeñas ya deben saber que mentir no es una opción. Sobre esa edad todos los peques se pueden dar cuenta de que, alterando la realidad, pueden obtener ciertos beneficios y evitarse responsabilidades, pero no lo hacen, porque ya tienen “teoría de la mente” (capacidad para ponerse en el lugar del otro) y saben que es algo desleal y que hacerlo repetidamente merma la confianza que los demás tienen en ellos.
Las siguientes son causas típicas por las que un niño suele mentir y que no son responsabilidad del niño sino de sus educadores:
1.Aprendizaje por contagio:
Nuestro hijo esta reproduciendo la conducta de alguno de sus referentes. Alguna de las personas que le rodean usa la mentira como estrategia y el niño, de forma consciente o inconsciente, esta reproduciendo esta conducta. Sin saberlo, se ha normalizado la mentira como moneda de cambio a su alrededor.
2.Como recurso ante expectativas exageradas:
Nuestro hijo siente una expectativa enorme por nuestra parte (o la de sus profesores o compañeros), posiblemente porque realmente se le esta exigiendo demasiado o con demasiada severidad. En este caso el niño o niña desarrolla una angustia ante decepcionar que le lleva a recurrir a la mentira como última opción, lo cual se puede convertir en un círculo vicioso que cada vez le exija mentir mas veces para no contradecir mentiras previas. Un ejemplo típico sería el del niño modelo que siempre sacaba unas notas estupendas y empieza a tener suspensos. Los padres o madres hablan constantemente ante el y ante otros amigos y familiares de lo inteligente que es su hijo, y es por su inteligencia por lo que destaca. Decepcionarles y perder su rol de “inteligente” le genera tal angustia que empieza a mentir sobre las notas.
3.Como recurso ante educadores muy agresivos o rígidos.
Si la educación del niño es excesivamente rígida o sus castigos son desproporcionados o humillantes, el niño recurrirá con facilidad a la mentira para evitar estas experiencias. En este caso, estará mintiendo por miedo. Por ejemplo, el pequeño suspende un examen y sabe que sus papás o mamás le pegarán o lo castigarán severamente. Su forma de deshacer la angustia que le produce la respuesta de sus mayores será la mentira.
4.Como respuesta a unos padres o madres demasiado aprehensivos.
Pocos padres se dan cuenta de este último punto, pero sin embargo es uno de los más importantes. Si, cuando nuestro hijo se cae en el parque, o suspende un examen, se pelea con un amigo, etc, respondemos con excesiva gravedad y malestar, como si se hubiera acabado el mundo, nuestro hijo acabará evitando comunicarnos esos acontecimientos, e incluso, acabará mintiendo al respecto de ellos. Un ejemplo típico sería cuando un niño no le dice a su papá que va a coger la bicicleta porque sabe que éste le dirá y repetirá hasta el agotamiento que es peligroso, que hay que tener cuidado, que mucha gente es atropellada o le llamará cada 5 minutos para comprobar que sigue vivo. En ese caso, con mucha probabilidad, el niño acabará por ocultarle a su padre que va a coger la bicicleta, y se inventará algún otro plan para tenerle tranquilo, y sobretodo, que le deje tranquilo.
En estos cuatro casos anteriores, el problema no es el pequeño, sino su contexto. Al mentir esta haciendo una adaptación inteligente a su medio que a largo plazo le hará mucho mal, por lo que, si queremos que deje de mentir, tendremos que cambiar nosotros y el ejemplo que le estamos dando, o tal vez la forma de educarle que hemos elegido. A la vez, deberemos favorecer la confianza con nuestro hijo, dejarle que cuente sus experiencias, travesuras y errores, con comprensión y sin mostrar angustia o agresividad.
Si su contexto favorece la comunicación y la confianza y nuestro hijo sigue mintiendo, es recomendable acudir a un psicólogo terapeuta: Es posible que este ocupando un rol oposicionista o vengador en la familia o en el colegio. El psicólogo tendrá que hacer una evaluación compleja y profunda de sus roles, de sus relaciones sociales y de su autoestima.