¿Somos los padres gais invisibles?

“…como el toro estoy marcado por un hierro infernal en el costado y por varón en la ingle con un fruto.”

Miguel Hernández

Los Derechos Humanos son preciosos.

Algo delicado, grande, complejo de conseguir, como casi todo lo que merece la pena. A ellos, miles de personas, en todas partes, dedican noches en vela o desvelos diarios para hacer que crezcan, se extiendan y cubran, de modo pleno, cada vez más a más individuos.

No obstante, hay personas cuyos derechos nadie defiende. Porque nadie las ve y por tanto nada se reclama. Nada falta, nada se precisa.

Son los más difíciles de alcanzar ya que, ¿a cuento de qué exigir lo que no se advierte?

Personas invisibles, Derechos invisibles.

Vienen estas reflexiones a cuento de una nota emitida por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales con motivo del  Día Internacional de las Familias.

Seguro que no ha habido ninguna intencionalidad. Seguro que no hay ningún doblez, ningún deseo de discriminar a nadie. Es sólo que… no existimos y por tanto, ¿cómo se va a hablar de nosotros?, ¿por qué se va a reivindicar algo cuya presencia ni se intuye?

El texto que ha hecho saltar “mis” alarmas es el siguiente:

La FELGTB reclama además la inclusión en el catálogo de prestaciones del Ministerio de Sanidad que garantice en todas las comunidades el acceso a los procesos de reproducción asistida a todas las mujeres en igualdad, superando la exclusión a las parejas de mujeres y mujeres solas.”

Se podría haber dicho “acceso a los procesos de reproducción asistida a todas las mujeres y hombres” o tal vez “a todas las personasSe podría haber escrito superando la exclusión a las parejas de mujeres u hombres y mujeres u hombres sol@s”. No ha sido así.

La realidad es que los hombres homosexuales, o los hombres solos, no hemos menguado en derechos; no nos han excluido de nada. Porque nunca hemos sido incluidos en nada. Nada se nos ha quitado porque nada se nos había dado.

Nadie, salvo nosotros, reivindica nuestro derecho a constituir nuestra propia familia como queramos y de la forma que deseemos. Pretensión que, para algun@s, resulta hasta caprichosa. Cuando reivindico el derecho a un hijo, hay veces que una ceja se enarca, interrogadora, dubitativa. Y tengo que explicar que sí, que hay evidencia científica, que se ha demostrado que los gais somos fértiles. Tan fértiles como las lesbianas. Aunque necesitemos, como ellas, el apoyo de la ciencia y el gesto del otro sexo donando vida.

Una mujer, con independencia de su orientación sexual, puede tener un hijo  como ella pretenda: por vía natural, mediante medicina reproductiva, a través de adopción o por proceso de acogida. Es su proyecto vital y se la apoya.

Nadie propone lo mismo para los hombres. Ni en la legislación ni en las reivindicaciones de colectivo alguno ha figurado el derecho, en igualdad, a formar nuestra propia familia. El derecho a tener hijos propios (que no quiere decir genéticos) mediante reproducción asistida en IGUALDAD con las mujeres.

Ya no más.

Quiero dejar de ser incorpóreo, imperceptible, etéreo. No acepto ser doblemente discriminado. Por hombre; por gay. Estar marcado en la ingle no puede ser un baldón ni una justificación para ser sólo usado y no defendido.

Me gustaría que desde la FELGTB, Federación Estatal de Lesbianas, Gais, TRansexuales y Bisexuales, se dijese que la construcción de la propia familia debe ser igual para todos y todas, que el acceso a los procesos de reproducción debe ser igual para mujeres y hombres. Pretendo leer que no se me margina por ser varón y por ser homosexual. Como se hace. Posiblemente sin la menor malicia, que es casi como más duele.

Momento es de abrir los ojos y ver. A todas y a todos.

Sólo pensando en igualdad se puede desarrollar la igualdad real. Aquí y en otras partes. Esas donde importan otras cuestiones. Territorios en los que no se plantea tener un hijo, sino sólo sobrevivir. A gentes, a gobiernos que han engendrado en la homofobia una bandera y un ideario. Hay que defender a esos otros, los sojuzgados, los humillados. Lo que implica tener, antes, en orden y adecentada la propia casa.

Difícil es sostener fuera lo que uno no hace dentro.

En el hoy y el ahora, yo clamo por la Igualdad. La mía y la de tantos hombres que desean, deseamos, ser padres. Que ya no aceptamos que por sexo, orientación sexual o lo que sea se nos diga que somos rastrojos estériles. No lo somos. ¡¡Miradnos!! ¡¡¡Estamos aquí!!!

El 5 de julio se celebra el Día del Orgullo. Este año su lema es “Nos manifestamos por quienes no pueden”.

Yo sí puedo manifestarme. Lo hago. Lo haré. Pero no quiero hacerlo solo.

Hombre, mujer, hetero, bi, homo, trans, únete a mí. No quiero ser discriminado. Nunca más.

¿Me ayudas?

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