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Padres con derechos vs. Padres sin derechos

Fue en Lucena (Córdoba) el pasado 10 de enero. Culminaba un calvario para una niña. Ella fue trasladada al hospital y pasó a la UCI. Sus padres (en realidad un violador y su encubridora [supuestos]) están en la cárcel.

No puedo (¡no quiero!) imaginar el dolor que debió sufrir mientras la violaba. Sus gritos pidiendo clemencia, diciendo «¡No!»… el dolor en el alma al sentir que aquello se lo estaba haciendo su padre; su madre mirando para otro lado. La sangre, viscosa, corriendo por sus muslos infantiles. Su carne rota. Sólo tiene 6 años.

No puedo.

Le podría haber sucedido a cualquiera, pero era una víctima propicia. El padre ya fue condenado a 24 años de cárcel por violar a una menor. Cumplió 12. Ya está.

Ella ha tenido que ingresar en una unidad de cuidados intensivos para que se activase el protocolo de tutela de menores. Los hijos estaban desprotegidos. Lo natural. Eran una familia tradicional: un padre fecundador, una madre paridora y unos niños sobre los que sus progenitores tienen todos los derechos. Sabido es que con estas parentelas se puede estar tranquilo, nunca pasa nada. No como con otras…

Ministerios, asociaciones de buenas familias, lideres de opinión y expertos se han roto la cabeza para concluir que no se puede adoptar recién nacidos si tienes más de 45 años (¿por qué?); se ha firmado un acuerdo con Rusia para garantizarles que su homofobia tiene cabida en nuestro país y aquí no se adoptarán niños rusos por personas homosexuales (¿por qué?).

Luego un hombre, violador condenado, sale de la cárcel y campa a sus anchas. Ningún resorte hay para conocer sus actividades. Nadie cruza datos con registros civiles, censos, prestaciones sociales ni cosa parecida. Puede tener un hijo, o diez, y estar violándolo los años que le dé la gana. Nadie investigará, nadie seguirá su pista, nada se hará. Salvo que sangre roja y caliente mane generosa desde el desgarro, desde el destrozo (de cuerpo y espíritu) que supone violar a una niña de esta edad.

Si no se ha visto, no se puede imaginar lo que es. Yo lo he visto. Lo sé.

¿Cómo es posible? Un condenado por delito sexual puede (sí, puede) tener los hijos que quiera, donde quiera, con quien quiera. Pero no puede ser ignorada esa parentalidad por la sociedad. La ignorancia es peligrosa. En el desconocimiento no se preguntará, no se cuidará. No se prevendrá.

Si adoptas (lo que significa que posees la idoneidad) se hará un seguimiento, una vigilancia, por si tuvieses un poso de maldad. Pero si has tenido relaciones sexuales y nace un niño… nada. Aunque se trate de un predador sexual.

Es padre; es madre. Todo está dicho.

Se da por sentado que si eyaculas en una mujer eres padre. Se da por sentado que si pares eres madre. La familia tradicional tiene privilegios, aunque pongan en peligro la vida de los hijos. A los demás se nos exige, desde muchos ámbitos, demostrar nuestra integridad. Alguna persona de amplia audiencia (“¿cómo se garantiza que no se encargue un hijo para abusar de él?”, fueron sus palabras) ha habido que, en mi presencia, ha dicho que con la gestación subrogada se puede buscar un niño para cometer abuso. Eso sí, nada dijo sobre que en la reproducción natural se dan más, muchos más casos de abusos que en la subrogación. O que gestar y parir no hace una madre.

Madres de hecho hay que juicio tras juicio (el último hace apenas nada) llevan años peleando por su hijo. Suyo, aunque no lo hayan parido.

En adopción o en subrogación se exige demostrar la bondad. En la reproducción espontánea nada se reclama, sea quien sea el progenitor, sea como sea su historia. Mientras no se demuestre lo contrario, todo vale. Los defensores de la familia más tradicional, nada harán. Los defensores de la “mujer-madre” como elemento empoderador y garante del bienestar familiar frente al patriarcado, callarán.

La ocultación social del problema es similar a la que se practica (¿practicaba?) con la pederastia en la Iglesia. No se habla del asunto. No se mira. Porque hacerlo es enfrentar un tabú: el sexo y la familia. Es aceptar que el llamado pilar fundamental de nuestra sociedad es imperfecto. Que los padres, las madres, las familias, son buenos casi siempre. Casi.

El último estudio, con estadísticas estatales, sobre abuso sexual infantil data de 1994. Veinte años sin encarar el problema. El análisis más reciente sobre maltrato infantil (genérico, no específico de abuso) es de 2007, y revisa el año 2006. Nueve años sin hacer nada a nivel nacional. Hace unos años se presentó una proposición no de ley para hacer un estudio actualizado sobre abuso sexual en el menor. Se aprobó tal proposición… y está pendiente de ejecución por falta de recursos.

Nos hemos dado prisa para impedir que una persona pueda tener un hijo por cuestión de edad. Se ponen objeciones por una orientación sexual. Se dice que ciertas técnicas reproductivas han de ser vigiladas.

Si te apareas y preñas, todo está permitido.

¡No!

Ser padre o ser madre es otra cosa y lo determina el amor al hijo, no la biología. Las políticas basadas en lo biológico seguirán propiciando casos como este. Porque nadie mirará a los padres.

El abuso sexual es perpetrado en un 50% por el padre biológico, o los hermanos, de las víctimas. En el 46% de los casos de maltrato el agresor es la madre biológica. Son los datos fríos que se conocen desde hace muchos años. Si una persona, hombre o mujer, ha sido condenada por maltrato infantil o por abuso sexual, el riesgo se vuelve inasumible.

No, no es que se hayan descuidado los entornos íntimos a costa de prevenir mucho fuera del ámbito familiar. La dejadez en la prevención de situaciones de peligro es global. Todavía en este 2015 de nuestras entretelas, un abusador, una violadora, pueden practicar voluntariado con menores. Hay un anteproyecto de ley para impedirlo,… pendiente de aprobar, por supuesto. Es devastador.

Ella no ha tenido amor. Se la ha dejado sola, indefensa, en su núcleo familiar. La sociedad toda jugando a ser “ejemplar”; preocupada por si los homosexuales adoptan, o recurren a la gestación subrogada, o si se ha cumplido una edad, o si se ha parido. No prima el interés superior del menor. Priman las ideologías.

Vergüenza. Para todos nosotros.

Por permitirlo.

Por dejar hacer a políticos, a líderes o lideresas de movimientos sociales.

Por no gritar como debió gritar ella, aplastada por el peso de su violador.

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