Hace un par de años una amiga compartió conmigo un secreto a voces. Fue el regalo que su difunta abuela le hizo poco antes de morir: el secreto de la vida y la felicidad. La anciana lo había descubierto en sus últimos años y decidió explicárselo a su nieta para que no tardase tanto en averiguarlo como ella. De hecho, en Oriente varias corrientes de pensamiento afirman que los seres humanos nos vamos reencarnando porque necesitamos varias vidas para averiguar cuál es el secreto de la vida y otras tantas para poner en práctica tal conocimiento. Finalmente, cuando el alma se libera totalmente queda exenta de la rueda de reencarnaciones y entra en un estado que algunos conocen como unirse con el todo, unirse con el tao, alcanzar el nirvana o el Brahmá; dicho de una forma muy simplificada.
Pero lo más curioso es que dicho secreto coincide además con la esencia del resto de grandes religiones del mundo. Mahoma, Jesucristo, los grandes profetas de Israel, Buda… Pero también ocurre lo mismo en filosofía: Sócrates, Platón, Aristóteles, Marco Aurelio, Pascal. ¿Y recientes? Lo mismo. Kant, Darwin, Freud, Dostoyevski, Borges, Tolstoi, Krishnamurti, Mandela, Gandhi, Teresa de Calcuta, Luther King, Osho. Que no, hombre, más recientes. Vale, vale. Pues Guardiola, Mujica, Marshall Rosenberg, Borja Vilaseca, Ken Robinson, Eduard Punset. Cada uno tendrá su lista, estos son los famosos que a mí me han llamado la atención pero me dejo a muchos. Por no hablar de la mayoría silenciosa. De los que no salen en la televisión ni en los libros pero que nada tienen que envidiar a los que sí aparecen. Son famosos e imperfectos como los demás, y seguro que muchos tienen unos prontos tan malos como el tuyo o como el mío. A veces se deben de aburrir, o les debe de dar pereza hacer algo. A veces serán prepotentes y otras cobardes. Y habrán dicho mentiras alguna vez, pues claro. No son como los héroes de la pantalla, que nunca tienen que ir al lavabo, que tienen superpoderes o talentos innatos, que lo saben todo y lo hacen todo de maravilla. Qué va. Estos son de carne y hueso. De los nuestros. En eso no se diferencian en nada a nosotros. ¿Entonces qué les hace diferentes? ¿Por qué destacan? Tú ya lo sabes. Y yo. Como he dicho es un secreto a voces. Destacan por cómo aman.
Mi amiga me explicó que su abuela le dijo que el secreto de la vida era muy sencillo y muy complicado a la vez. La parte sencilla es el secreto en sí. El secreto de la vida es el amor incondicional y el desapego. La parte complicada es ponerlo en práctica, porque es muy fácil hablar de amor incondicional. Pero incondicional es sin condiciones. Primero hacia uno mismo y después hacia los demás. Pase lo que pase. Cuanto más piensas en ello parece que ese incondicional se vaya haciendo cada vez más grande y pesado. ¿De verdad debo amar a alguien que no conozco, o a alguien que me haga daño? ¿A un delincuente? ¿O a un ladrón? ¿O a un asesino?
Con el desapego ocurre lo mismo, parece fácil pero resulta difícil. No crear dependencias emocionales de personas y de cosas. Ser feliz independientemente de lo externo. De tu padre, de tu madre, de tus hijos, de tu mujer, de tu seguridad económica, de tu seguridad física, de tus comodidades. Quizá sí que sean necesarias varias vidas para lograrlo. Sin embargo, pienso que identificándolo ya hemos dado un gran paso.
Ahora toca apasionarse. Toca hacer. Probar. Aprender y reconducir. Disfrutar de hacer este camino. ¿Cómo empezar? ¡Ya lo has hecho! Vale, ¿y ahora qué? Haz lo que quieras. No existe una norma establecida. No se trata de un cursillo por lecciones. Cada uno debe realizar su propio camino. Pero te diré algo que a mí me sirvió. Averigua qué es el amor para ti. No te quedes con una definición de diccionario, ni con lo que diga la gente. Busca la definición que te llegue a ti.
César Cidraque Llovet – Proyecto Acope