1.Te sientes cómodo/a.
Eres tu mismo a su lado. Se te pasan las horas, los días… Te sientes a gusto y por lo tanto te enfocas en disfrutar.
Una persona puede atraerte locamente, pero a la hora de veros, imponerte tanto que tal vez no consigas ser tu mismo del todo. Esto es algo normal al principio, esperable e incluso positivo, pero del paso del tiempo y de la conexión entre ambos depende que cada vez os sintáis más espontáneos y la cosa pueda fluir. Cuando esa falta de comodidad se alarga, es porque algo dentro de nosotros teme que el otro nos vea tal cual somos, ya sea por miedos propios o por que sentimos que el otro nos evalúa. Entonces la relación se vuelve agotadora en lugar de facilitadora, y eso puede hacerla peligrar.
2.No hay suspicacias ni suposiciones
En este apartado nos referimos a que puedes expresar abiertamente tus opiniones, pensamientos y sentimientos, y que ambos creéis en las palabras del otro.
No se trata de hablar de cualquier cosa como si de amigos se tratase: No lo sois. Hay personas que quieren saber todos los pelos y señales de la vida presente y pasada de sus compañeras y otras que prefieren pasar por alto algunos datos.
Eso no es importante, ambas cosas son igualmente válidas, pero si algo en el otro nos generara desconfianza, por la razón que sea, y entráramos en un eterno “qué querrá decir”, dudando de que realmente este sintiendo o pensando lo que esta mostrando, la relación corre el peligro de pasar a ser una partida de Póquer donde siempre perderemos.
3.Reís juntos/as
El humor y la risa son el aceite que engrasa cualquier motor. Le dan levedad a los conflictos, unen tanto como puede hacerlo la química sexual, y facilitan la evolución de la relación. Si reís juntos, tenéis muchas papeletas para funcionar.
4.Estáis en el mismo momento vital.
A veces parece una tontería, pero que uno de vosotros tenga claro que en breve quiere formar una familia, por ejemplo, y el otro se sienta empezando a vivir su sexualidad, puede hacer que la relación se quede siempre en algo que no llega a cuajar del todo.
Sin embargo, compartir este momento vital es algo que influye, pero no es definitivo. Porque a veces, sin darnos cuenta, los raíles de nuestros destinos se empiezan a aproximar y empezamos a construir un futuro juntos inesperado.
5.Hay apoyo.
Sois diferentes, pero os ponéis en el lugar del otro ante sus problemas.
Cuando una relación empieza, el apoyo mutuo es uno de los pilares que han de construirse ineludiblemente si queremos que se convierta en algo serio. Puede que no entiendas cómo se relaciona con sus hermanos, que no te guste cómo gestiona su trabajo o sobre-protege a su hijo, pero ante sus problemas y conflictos, antes de optar por el «te lo dije» o el «yo lo haría de otra forma» prefieres observar y dar sostén emocional. ¡Vas por buen camino!
6.Atracción y deseo
Es la gasolina que activa la máquina. Sin deseo, no hay terreno donde cultivar una relación. El tiempo lo redefinirá, habrá momentos de estrés o conflicto donde amainará, pero su presencia, aunque sea latente, es ineludible para llegar a crear una pareja.
7.Aprendéis juntos/as
Es bueno que tengáis intereses en común. Pero aun mejor que eso es que aprendáis el uno del otro.
El primer mes, la sola fascinación física puede sostener el interés de ambos en la relación, pero pasado este tiempo el interés se mantiene por factores como la química, es decir que os complementéis y aprendáis juntos en la sexualidad, y por la admiración mutua, lograda porque ambos os enseñáis algo de la vida, ya sea de vuestros conocimientos, de vuestra forma de manejar la vida, o de vuestra forma de sentir y pensar. Sea por lo que sea, sentir que aprendo con el otro, me genera un verdadero enganche, que asegura que, al menos por un largo tiempo, la relación vaya viento en popa.
Rocío Carballo
Psicoterapeuta presencial y online