¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? ¿Tienen los hombres gais derecho a hijos propios?
La Reproducción Asistida es competencia de Sanidad, no de Igualdad. La discriminación en el acceso a las Técnicas de Reproducción Asistida (TRA) sí es un problema de Igualdad.
La biología no es más importante (no, no lo es) que la intención pero, si una pareja heterosexual o una pareja homosexual de dos mujeres puede tener un hijo propio, entonces también debe poder hacerlo una pareja conformada por dos hombres. No sucede así; no se defiende esa filosofía, si no que, antes bien, se criminaliza el deseo de paternidad. La cultura generada celebra, por ejemplo, la aparición de estudios, publicaciones o libros dirigidos a los bebés de familias formadas por mujeres lesbianas en pareja que deciden tener descendencia, mientras se persigue el derecho a formar familia de hombres gais en pareja que deciden tener descendencia.
Se dice que “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en cuanto a sus derechos”. No. País, religión, sexo, orientación, raza… odios diversos se alzan para “modular” esa igualdad. A veces esos odios se justifican y discurren con amplio respaldo, a veces pasan sin ser apenas percibidos. En todo caso, el gay no tiene, ni se quiere que tenga, los mismos derechos que otras colectividades del movimiento LGTB. Los mismos Derechos Reproductivos. Que ahora, cuando se reclaman, se intentan excluir alegando que son un abuso, una agresión. Defender el acceso de los gais a las TRA es agresión.
La Gestación por Sustitución (GS) es la TRA indicada en varones homosexuales. La oposición frontal a ella, tan activamente exhibida últimamente, en realidad no es tanto a la GS, como al hecho de que podamos ser padres gracias a la técnica; que logremos tener un hijo propio nacido de nuestra voluntad procreacional. Que hombres homosexuales tengan hijos a través de GS levanta ampollas.
Sabido es que Carmen Montón, la todavía secretaria de Igualdad del PSOE, considera que «los gais no tenemos derechos reproductivos«. Así lo manifestó en una reunión en el Congreso de los Diputados, reunión donde otra activista aclaró que se había peleado mucho, “y muy duro”, para que nos dejasen (¡gracias!) adoptar, de modo que “¿qué más queréis?”.
Si yo hubiese sido mujer, casada con una mujer y, por tanto, con una infertilidad funcional, se nos habría enviado al especialista en reproducción. Soy hombre, casado con otro hombre y con la misma infertilidad funcional, pero se nos remitió a adopción.
Hace años, Dina Rodríguez, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad de México, consideraba aprobar la GS cuando la mujer de la pareja tuviese imposibilidad para gestar y sentenciaba: “debe prohibirse tajantemente el hecho de que recurran a esta práctica parejas de homosexuales varones, los cuales, al evidentemente estar imposibilitados para la concepción y la gestación por su naturaleza masculina, deciden recurrir a los ‘servicios’ de una mujer” (Revista de Derecho Privado, 2005).
Más recientemente, en 2010, la Fundación Victor Grifols i Lucas, presidida por Victoria Camps, experta en ética, organizó un debate sobre subrogación. Entre sus conclusiones sobresale que el legislador debería permitir la subrogación gestacional cuando la mujer “aporta sus óvulos pero no puede gestar por razones médicas de diversa naturaleza”. También se debería permitir en parejas donde la mujer “no puede gestar ni aportar óvulos, pero si puede utilizarse el semen de su pareja”. Sí, eso es. Mujeres o parejas heterosexuales. Los gais quedaríamos fuera. Excluidos. Descartados.
Esta querencia al rechazo se le escurre, a la señora Camps, entre las letras de un texto aparecido en La Vanguardia. Dice la filósofa: “¿Qué puede justificar que una pareja se empeñe en tener un hijo para cuya gestación necesita, en la mayoría de los casos, el óvulo de una donante y a una mujer gestante? ¿Qué extraño deseo alimenta la idea de que ese complicado proceso es más satisfactorio que la adopción?”.
En efecto, los gais necesitamos, siempre, donante y gestante. Los heterosexuales, en la mayoría de los casos, no. ¿Se pregunta qué extraño deseo alimenta la idea? El deseo de ser padres, de tener hijos, ese deseo que ha movido al mundo desde hace miles de años. El mismo deseo que lleva a las parejas heterosexuales a buscar centros de reproducción asistida; el mismo deseo que empuja a mujeres, solas o lesbianas, a ir a clínicas de reproducción. El mismo. Pero no la he oído preguntar qué extraño deseo les alimenta ni por qué eso es más satisfactorio que la adopción.
Doctrina adoptativa bien asimilada por las nuevas generaciones. Se escribe en twitter: “¿por qué el lobby gay no se esfuerza para lograr una ley de adopción decente?”. El comentario, emitido desde una autodenominada cuenta feminista, deja claro a qué sector compete trabajar por la adopción. Lobby gay.
Amelia Valcarcel, experta en filosofía moral, se manifestaba, al ser entrevistada para El País, sobre medicina reproductiva.
«Los avances médicos que facilitan a las mujeres no necesitar a los hombres para tener hijos, como la inseminación artificial, ¿qué consecuencias cree que pueden tener en cien años?» preguntaba el periodista. Ella respondía «Me parece una opción excelente para las personas que quieran utilizarla y que refuerza, sin ninguna duda, la independencia de la mujer».
SÍ se necesita un hombre; que renuncia a sus derechos de filiación y reproductivos a favor de quienes precisan ese semen. Se aplaude que, en un matrimonio de mujeres, se recurra a las capacidades reproductoras del hombre para tener hijos sin colaboración de varón. Es una opción excelente. Que dos hombres recurran a las capacidades reproductoras de la mujer es una aberración que merece la condenación eterna. Debe considerarse un fallo de la naturaleza que el semen no venga en una vasija, prendida de alguna parte de la anatomía femenina, para usarlo a discreción.
Mala hierba, la fobia (y las vejaciones hacia las mujeres que nos ayudan) brota por doquier, vuelta elemento consustancial al discurso de much*s. Considera la legendaria Lidia Falcón que “¿A quién se le ocurre prohibir la maternidad subrogada cuando alquilar un vientre de mujer, como se fecunda a una vaca, da satisfacción a los pobres gays que no pueden parir, repentinamente convertidos en deseosos padres amantes?”. ¿vaca? ¿satisfacción? ¿a los pobres gays? ¿¿pobres gays?? (Por cierto, según la RAE, el plural es gais, con i latina).
¡Qué barbaridad!, ¿verdad? Esos invertidos, estériles e inútiles, que creen tener derechos, buscando, válgame el cielo, ser padres. Les hablas de Igualdad y piensan que eso va con ellos. La perversión de estos maricas postmodernos no conoce límites ni tiene freno. (Minucia: la GS es utilizada, mayoritariamente, por parejas heterosexuales; también mujeres solas o parejas de pobres lesbianas, repentinamente convertidas en deseosas madres amantes).
Leonor Tamayo (defensora nacional e internacional de la ley rusa contra los homosexuales) opinaba que: “De la misma manera que sucedió con el aborto y está sucediendo ahora con el falso matrimonio entre parejas del mismo sexo, los lobbies van introduciendo poco a poco los casos llamativos, las situaciones límite que lleven a la aceptación social y la defensa de esta práctica (GS)”. Línea argumental genérica que, para evitar dudas, es mejor definida por las promotoras del manifiesto “No Somos Vasijas”, un grupo de expertas en ética y filosofía que al ser entrevistadas “señalan que los lobbies interesados –los que buscan un nicho de negocio en torno a la maternidad subrogada– están creando un caldo de cultivo favorable. Entre estos lobbies, algunas firmantes también señalan al colectivo homosexual masculino”. Lobby. Homosexual masculino. Buscando un nicho de negocio.
Gayfobia rezumante. Si practicamos el “cállate y sé sumiso” pertenecemos al cuerpo de hermanas y hermanos que defienden los derechos del colectivo LGTB. Si reclamamos igual trato, somos un lobby. Organizado, justo es decirlo, para hacer su capricho explotando a la mujer, pues no cabe esperar otra cosa de personas de tan malas entrañas como los maricones, perdón, el colectivo homosexual masculino.
Me habían insultado de muchas formas en la vida. Reconozco que no con tanta “ética” ni tan abundante “filosofía”.
La ley de reproducción de 2006 se modificó en 2007 para otorgar la filiación intencional a los matrimonios de mujeres. Ambas son madres. Aun sin vínculo biológico. Sin gestar, sin parir, sin adoptar a sus propios hijos ni compartir filiación con un hombre, salvo que deseen hacerlo. Más tarde nos hemos manifestado para exigir, como es de justicia, que la sanidad pública no excluya de los tratamientos de fertilidad a mujeres solas o lesbianas. En el extremo opuesto, el gay se ve impedido para ser padre intencional sin que una mujer figure como madre, sin que le obliguen a adoptar a los hijos propios o a compartir la filiación, salvo que desee hacerlo. No es que carezcamos de cobertura pública gratuita. Es que se nos niega el pan y la sal. Se nos acosa y hostiga. Se insulta a las gestantes llamándolas putas y se nos llama puteros a los padres, como publicaba otra lideresa del movimiento LGTB.
Los enemigos de la GS no representan la filosofía del movimiento LGTB o a las asociaciones de familias homoparentales. Tampoco la idea de Igualdad ni, por supuesto, son la médula de los feminismos actuales. Eso sí, saben manejar con genial maestría el fantasma del conmigo o contra mí. O respaldas mis ideas o representas el más virulento patriarcado machista.
Perseguir y amordazar no cambia verdades. Tod*s tenemos derecho a construir el propio proyecto vital y familiar. Lo tenemos. Y al exigirlo, al dar un paso fuera del camino señalado, nosotr*s, como otr*s antes, estamos edificando el porvenir. Estamos creando otro mañana.
Adenda 1
—Madrid, Paseo del Prado. 4 de julio de 2015. Manifestación del Orgullo. Lema: “Leyes por la igualdad real, ¡Ya!”. Una pareja de chicos se nos acerca. Tienen 25 años y piensan casarse en cuanto puedan. Luego esperan tener un hijo. Nos dan las gracias por trabajar e ir abriendo el camino. Se quedan atrás, sonriendo, soñando un futuro mejor—
Adenda 2
—Los menores transexuales quieren ser vistos y oídos. Se han cansado de ser marginados. Según la Fundación Daniela, el 90% de los que desean cambio legal de su nombre no lo logran. Reconocer estos derechos básicos de las personas transexuales será un reflejo de la madurez de nuestra sociedad. Pero ¿qué derechos reproductivos tendrán mañana estos niños y niñas? ¿Serán derechos diferentes según se hayan sometido o no cirugía de reasignación? ¿Los derechos humanos son dependientes de cirugía?—
Pedro Fuentes Castro