Alex y Pepe son dos hombres mexicanos que se conocieron cuando estudiaban. Se vieron, se enamoraron y se complementaron de tal forma que pensaron que siendo una familia su vida sería perfecta.
«Hola, soy Ale y me gusta tener dos papás porque me quieren mucho. Son bonitos y también los quiero.»
Alejandra ahora tiene siete años y va al colegio feliz pero no siempre fue así. Cuando era una bebé sus padres decidieron que iría a la escuela infantil para compartir, aprender, socializar y jugar. Como en sus cabezas Monterrey era una ciudad abierta con la diversidad no creyeron que tendrían problema alguno. Pero, la realidad no es siempre como uno cree ni como la pintan y, al poco tiempo de estar en el colegio, fueron llamados con carácter urgente al despacho de la directora del centro The Hill Institute.
«Somos mejor juntos de lo que individualmente éramos en todos los aspectos»
La urgencia era comunicarles que en ese colegio no podían admitir a dos padres homosexuales así que uno debería desaparecer de la vida estudiantil de su hija por ir “en contra de la ideología biológica y heteronormativa” de la concepción de la familia heterosexual.
«La directora nos dijo literalmente: «si quieren seguir en esta escuela, uno de los dos debe estar inexistente en la vida de la niña, no pueden venir nunca a ningún evento o festival juntos, no pueden socializar con otros padres de familia, renunciarían a todo evento social de la escuela y prácticamente sólo uno de nosotros podía entrar y recoger a la niña«»
Alex sufrió una dura discriminación contra su familia e iniciaron un proceso legal por privar de la educación a su bebé ya que él nunca había sufrido ningún tipo de discriminación por ser gay y no iba a permitir que su hija sí la sufriera.
«La verdad es que nunca nos había tocado como individuos, como pareja ni como matrimonio la discriminación hasta que nos convertimos en familia. Y me afectó mucho, no podía creer que esto me estuviera pasando a mí. Cuando Monterrey ya para mí era una ciudad muy open con mucha cultura LGBTTT+.»
Tras no aceptar la larga lista de restricciones que obligaba el colegio decidieron que era hora de iniciar trámites legales contra la institución educativa. Pero cuál fue su sorpresa cuando tres semanas después de iniciar los trámites, la pequeña Alejandra fue expulsada del colegio debido a su «situación familiar».
Ganaron la demanda y el colegio les indemnizó con 161.900 pesos (casi 7,000€). Después de su lucha decidieron continuar el activismo dando charlas sobre su experiencia y con la edición de un cuento llamado «Mi familia como la tuya«: un cuento sobre familias diversas donde muestran todo tipo de uniones donde el común denominador es el amor.
«Este libro es para niños y niñas, pero también busca educar a los adultos, porque las personas mayores no saben cómo reaccionar al conocer a una familia diferente. El adulto no sabe cómo explicarle a un niño el porqué dos hombres o dos mujeres se casan, sin discriminar, y el asunto no es tan complicado, porque los niños y las niñas saben cómo explicar y entender las cosas, los pequeños no tiene prejuicios. Los padres heredan esos ideales.»
«Para nosotros educar a Alejandra está basado en ser incluyente, y ella acepta la diferencia de toda persona que pudiera tener con ella interacción para generar un discurso. Entonces, entre todas las diferencias algo tenemos en común. Es un gran reto educar a los adultos, porque es romper varias barreras que se generaron desde la infancia; desde la cultura de discriminación, de roles de género, de prejuicio. Entonces es un reto mayor pero no imposible, y nos ha tocado muchas veces que la gente no nos conoce y nos juzgan, pero mi comentario y el de mi esposo es “no nos juzguen, dense la oportunidad de conocernos” y van a ver que mi familia y mi vida es igual a la tuya.»