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Voluntad procreacional: La historia de Isabel y Lorena

Isabel y Lorena se conocieron, se amaron y quisieron un mañana en común. Isabel y Lorena decidieron ser madres. Ser madres las dos. Para lo que precisan estar casadas. Una discriminación, como otra cualquiera, impuesta por ley.

Los preparativos para la boda se fueron trenzando con sus besos, el método ROPA, sus proyectos, sus guiños secretos…

La punción ovárica tuvo secuelas.

Isabel acabó en quirófano y en una Unidad de Cuidados Intensivos.

Hay momentos en que las lágrimas la desbordan como una marea viva. Hay horas en las que el miedo parece volverse sólido. Hay horas. Pero pelea cada hora por recuperar su sonrisa, una de las más hermosas que podáis imaginar. A pesar de las voces que han susurrado que no había que forzar las cosas, que hay otros métodos o que no tenía que hacer lo que hizo. A pesar de la angustia, a pesar de todo, ella mira al frente. Y espera. Porque sabe qué desea. Notar el viento en la cara. Ver a su hija, tan madura, tan bella. Ir a comprar pan caliente. Caminar al atardecer de la mano de Lorena. El olor de las tormentas. Espera. Espera. Porque esos hijos, ahora congelados, aguardan expectantes que mami salga del hospital y pueda casarse con mamá.

Para ti, Isabel. Constructora de vida. Enamorada. Madre presente, madre futura. Mujer entera, lesbiana genial. Que nunca nadie te diga cómo levantar tu vida, tu familia, tus futuros.

 

***

La sangre es más espesa que el agua, afirma  la sabiduría popular, en referencia a los fuertes lazos y la trabazón que, se supone, genera una misma herencia molecular. Los genes, cruzados y entrecruzados serían los que darían consistencia a la familia tradicional, definiéndola y asegurando su subsistencia.

Pues no.

Sucede que las realidades en este mundo nuestro rara vez son inmutables y el parasiempre de ayer se vuelve un puedeser hoy, para extinguirse poco después. La sociedad y la medicina cambian, evolucionan, y con esa evolución se generan nuevos entornos, nuevos conceptos. Nuevas familias. Antes, el binomio de genes y familia era inclusivo y no se podía entender una sin los otros. Hoy es pasado añejo.

Mal que les pese los tradicionalistas de cada época, que nunca faltan agoreros anunciando el fin del mundo y la pérdida de valores con cada redecoración que hace la vida. Pese a los inmovilistas, aferrados a códigos legales que pretenden inmutables, para usarlos como talismán contra los cambios sociales. Pese a los directores de vidas ajenas, dedicados a decirles a otros cómo hacer o qué hacer. Pese a los integrantes de tribus absolutistas tan populares como la de los “porquénoadoptas”, los  “nosepuedetenertodo”, los “dejaloya,quenomerecelapena”, los “noestanmaravilloso” y otros de inteligencia igualmente singular.

Dice Eleonora Lamm (Máster en Bioética y Derecho; Máster en Derecho de Familia) que “las técnicas de reproducción asistida (TRA) provocan la disociación del elemento genético, biológico y volitivo en distintas personas, pasando a ser este último el decisivo en la determinación de la filiación”. “Las TRA no sólo permiten que quien quiere ser padre o madre pueda serlo, habiendo brindado una solución a muchos supuestos de infertilidad, sino que además permiten que madre o padre sea entonces quien ha querido serlo. Ser padre o madre es mucho más que un vínculo genético o biológico: es querer ser padre o querer ser madre; y eso es precisamente lo que permite la filiación derivada de TRA al prever un sistema basado en la voluntad.”

La voluntad procreacional se puede definir como el conjunto de acciones que dan lugar al nacimiento de un hijo, que lo es de sus progenitores con independencia de que exista un vínculo genético o un vínculo biológico con ell@s.

En las parejas heterosexuales, esta voluntad se expresa mediante actividad sexual reproductora, que luego podrá acabar en embarazo o no. En las parejas homosexuales o en mujeres/hombres solos, la actividad sexual nunca tiene carácter reproductor.

La desconexión entre sexo y reproducción en las familias heterosexuales es forzada por el recurso a los métodos de planificación familiar. En el resto de los modelos familiares, la desconexión es la norma y la reproducción pasa por la medicina —y la donación de capacidades reproductivas por parte de terceras personas—, con procedimientos de todo tipo, desde la elemental inseminación casera, hasta los más complejos, como la gestación por sustitución o el método ROPA.

El cómo, cuándo, con quién, etcétera, es algo que, en nuestras familias, decide el padre o la madre, no la naturaleza ni el azar. Ni los “expertos”. Los hijos de tod@s y cada uno de nosotr@s son como son, a todos los niveles, porque así lo hemos dispuesto.

Una gran ventaja. Nuestras hijas e hijos nunca dudarán de las razones por las que están aquí: porque hemos querido que nazcan. Porque hemos removido todo lo que hiciese falta para que naciesen y viviesen. Porque hemos apostado casa y vida a su existencia. Sabrán que están aquí por ser amad@s y querid@s, antes incluso de que fuesen un minúsculo grupo de células. Son las decisiones, los actos, las renuncias y el esfuerzo lo que nos hace madres y padres, lo que substancia la construcción familiar.

Como otras familias, podríamos haber elegido otros genes, otro momento, otra circunstancia, otro entorno vital. Escogimos nuestro proyecto de familia, nuestra vida y elegimos tenerlos. Ell@s son consecuencia de todos y cada uno de nuestros actos.

Y, por encima de todo, son consecuencia del amor.

Amor. Algo que, en nuestras familias, mana a raudales.

“Amar, yo quiero amar con libertad

porque nací mujer para querer

y hacer mi santa voluntad.

Amar sin escuchar el qué dirán

pues todo es hablar… hablar por no callar”

Se dice, tema grabado por Conchita Piquer en 1933

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