Oliver Sacks era un gran escritor y un gran neuropsicólogo. Pero eso no fue lo más importante.
Lo verdaderamente emocionante en el autor fue su capacidad de mirar a los ojos a los pacientes neurológicos y ver su alma. Su talento para hacer llegar a sus lectores el universo genuino de cada paciente hizo de libros de temática elitista, Best Sellers.
Su escritura nos ha permitido sentir la humanidad de nuestro cerebro y fascinarnos con todas sus posibilidades. Nos ha hecho empatizar con afectaciones que antes nos daban miedo, consiguiendo no solo que nos pongamos en el lugar de sus pacientes, sino también que habitemos la nueva perspectiva de la realidad que da una enfermedad neurológica, su agonía y su paraíso.
El autor, por su parte, también tuvo su propia agonía y su propio paraíso, comparable al de cualquiera de las fascinantes historias de «Despertares» o «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero», dos de sus obras cumbres.
En su autobiografía ‘On the Move‘, cuya portada no es la imagen a la que nos tenía acostumbrados el autor, sino una imagen de un atractivo joven, sobre una Harley Davidson y vestido con una ceñida «chupa de cuero», Sacks habla por primera vez de su homosexualidad. Sin tapujos, relata como la reacción de su madre ante su homosexualidad pudo con él, llevando incluso a considerar el celibato: «Tenía 21 años y estaba en la universidad. Había regresado a casa y acompañé a mi padre en coche. Él me preguntó qué tal me iban las y cosas y si tenía alguna novia. ‘No’. ‘¿Por qué no sales con chicas?’. ‘No sé, quizás porque no me gustan’. Hubo un momento de silencio. ‘¿Eso significa que te gustan los chicos’. ‘Sí, soy homosexual’. Le pedí que no se lo dijera a mi madre bajo ninguna circunstancia, le rompería el corazón, no lo iba a entender. A la mañana siguiente, ella bajó las escaleras llorando, me gritaba y me hacía terribles acusaciones… Esto duró una hora. Después se calló y se mantuvo en silencio durante los tres días siguientes. Tras aquello, volvió a la normalidad. Nunca habló de este episodio a lo largo de su vida«.
Sacks emigró de Londres a San Francisco, lejos de una familia que no le iba a permitir ser quien era. En esta nueva etapa, disfrutó del culturismo, recorrió América con su moto, se formó y se enamoró de la neuropsicología, y vivió numerosos encuentros sexuales, pero también se adiccionó a diferentes drogas, entre ellas anfetaminas y LSD, que casi le llevan a la muerte. En realidad Ollie, como le llamaban cariñosamente, no conseguía integrar el rechazo materno hacia su homosexualidad, lo que le llevó a continuación a pasar 35 años sin tener relaciones sexuales.
Sin embargo, como siempre, el amor ganó la batalla a los prejuicios y, llegados los 70, se enamoró del escritor Billy Hayes, con el que tuvo una relación hasta su muerte.
«He sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura«. Estas fueron las agradecidas palabras con las que Sacks anunciaba, meses atrás, que le quedaban pocas semanas de vida.
Gracias por tu legado, maestro.