«La vida hay que vivirla a cada instante. Yo la vivo al máximo. La soledad y los golpes te hacen madurar. Ya lloré todo lo que tenía que llorar. Ahora me toca esforzarme y demostrarle al mundo que valgo».
Detrás de estas rotundas y esperanzadoras palabras, se nos hace difícil imaginar las durísimas vivencias por las que ha pasado esta hondureña para defender su identidad. Ha visto a la muerte de frente, y ha tenido que dejar todo atrás para ser libre. Esta es su historia:
2009. Golpe de estado en Honduras. Entra un nuevo régimen en en País y Alexandra es una ferviente activista. Unos hombres entran en su casa por la fuerza y la secuestran durante un mes, sufriendo violaciones, cuchilladas y golpes. «Les pedí mil veces que me mataran pero me decían que no, que yo tenía que sufrir más que todas«, cuenta. En este tiempo, Alexandra ve morir a muchas compañeras, algunas de ellas buenas amigas.
Sobrevivido un infierno tal, Alexandra logró huir de Honduras y llegar a Madrid, donde, tras varias batallas legales, ha conseguido obtener el estatus de refugiada y no ser deportada a una muerte segura. ¿De dónde sacó fuerzas para seguir adelante después de esta experiencia? Ella misma lo explica: Esta valiente activista sufrió durante un tiempo el rechazo de su familia y en consecuencia se tuvo que buscar la vida desde adolescente. Con el tiempo sus familiares volvieron a su lado y esto le motivó, cumplidos los 18, a defender no solo su identidad, sino la de toda la comunidad trans. «La familia es la primera que te discrimina y ese golpe te da fuerza para seguir adelante. Cuando ellos te aceptan, ¿qué mas da lo que piensen los demás?«. Gracias a ella, la asociación Arcoiris, hasta entonces centrada en gais, lesbianas y bisexuales, incorporó su lucha. «Reunimos a 250 personas y empezamos a tener visibilidad, ya podíamos decir que estábamos organizados».
Hoy Alexandra sigue ejerciendo su activismo desde la distancia, con una gran pena del alma de no poder volver a su país. La hondureña de 35 años pensó en quedarse pero las palabras de su madre fueron claras «Prefiero que estés lejos a que estés muerta».
Le deseamos toda la suerte del mundo.
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