Al-Hadiye, purasangre de 4 años, es un ganador nato de carreras de alta competición. Había hecho ganar a su dueño 6 millones de dólares hasta la fecha, y sin embargo, va a ser ejecutado por el gobierno saudí por haber tratado de copular con otro macho.
La «teoría», o más bien, excusa, es que la homosexualidad es una enfermedad infecciosa de la que no se conocen aun sus canales de contagio.
Así lo defiende Abdulrahman Al Alsanad, presidente del Comité para la Propagación de la Virtud y la Prevención de Vicios en Arabia Saudí, ahí es nada:
“Debemos proteger nuestro reino de este tipo de infecciones por todos los medios a nuestra disposición, y eso, por supuesto, también significa proteger a nuestros animales…La homosexualidad es una enfermedad de la que la ciencia sabe muy poco…Vamos a hacer todos los sacrificios necesarios para proteger la pureza de nuestra tierra sagrada”.
Por esta absurda razón, las autoridades pusieron al pobre animal «infecto» en cuarentena, denunciado por sus propios cuidadores. De nada le ha servido a Al-Hadiye tener de dueño al príncipe Alwaleed bin Talal, o que varias personas occidentales se hayan ofrecido a adoptarle y llevárselo lejos. Su sacrificio es inminente.
Desgraciadamente este no es ni mucho menos un caso aislado. Más de 25000 animales sospechosos de ser homosexuales son sacrificados cada año en Arabia Saudí. Inocentes víctimas de la incoherencia humana.