El mundo ha perdido una voz valiente e inspiradora. Muhsin Hendricks, el primer imán abiertamente gay, fue asesinado a tiros a los 57 años en un crimen que ha conmocionado a la comunidad LGTBI y al mundo musulmán progresista. Su labor incansable por la inclusión y los derechos de las personas queer dentro del islam le convirtió en un referente global, pero también en un blanco de odio.
Se encontraba en el asiento trasero de un vehículo cuando otro automóvil bloqueó su camino. Dos individuos enmascarados descendieron y dispararon múltiples veces contra el vehículo antes de huir de la escena. Hendricks venía de oficiar una boda del mismo sexo.
Hendricks, originario de Sudáfrica, dedicó su vida a desafiar la interpretación tradicional del islam que condena la homosexualidad. Fundó el grupo The Inner Circle, una organización pionera que apoyaba a musulmanes LGTBI y promovía un islam más inclusivo. Con su liderazgo, muchas personas encontraron un espacio seguro donde reconciliar su fe con su identidad.
A pesar de las amenazas que enfrentó durante años, nunca dejó de alzar la voz. “Dios no comete errores”, solía decir, defendiendo que la espiritualidad y la orientación sexual no deberían ser incompatibles. Su valentía y amor por la justicia le ganaron el respeto de muchas personas, pero también la animadversión de sectores conservadores.
El brutal asesinato de Hendricks no solo es una pérdida para la comunidad LGTBI, sino también un recordatorio de los peligros que enfrentan quienes desafían las normas establecidas en defensa de los derechos humanos. La policía aún investiga las circunstancias de su muerte, y activistas han exigido que se haga justicia, pidiendo que no quede impune como tantos otros crímenes de odio.
Su legado, sin embargo, seguirá vivo. Muhsin Hendricks demostró que el amor y la fe pueden coexistir, y su lucha ha dejado una huella imborrable en la historia del islam inclusivo. Hoy, su comunidad y seguidores lloran su partida, pero también se comprometen a continuar su misión: construir un mundo donde todas las personas, sin importar su orientación o identidad, puedan vivir su espiritualidad en libertad y sin miedo.