La homofobia arremete contra la reproducción asistida a lesbianas en Francia y las familias LGTB

Marlene Schiappa, Ministra de Igualdad francesa, ha manifestado que la reforma de la Ley de reproducción, que abriría la medicina reproductiva a mujeres solas y a parejas lesbianas, podría materializarse a lo largo del año próximo y aplicarse en 2019. Hacerse público este anuncio y poner el grito en el cielo La Manifpour Tous ha sido todo uno. Los ataques a familias y los insultos a menores han sido automáticos.

La Manifpour Tous–junto a otros colectivos de derechas e izquierdas de carácter homófobo y afines a restringir el acceso a la reproducción asistida- se opone por dos motivos básicos.

El primero, la definición de familia, que debe estar conformada por un hombre y una mujer. No está bien, nada bien, que haya niñas y niños sin padre. Y es que hay familias que no son familia al no seguirel modelo heteropatriarcal.

El segundo, más grave, que, si se abre la reproducción asistida a las lesbianas, será cuestión de días que los gais o las personas trans estén reclamando también su acceso a las técnicas y pidan regular la gestación subrogada. ¡Y eso sí que no! Niñas y niños sin padre es un pecado, pero podría aceptarse, pero ¿niñas y niños sin madre…? ¡Eso es una herejía intolerable!

La Manif, que destacó por la violencia de su postura en contra del matrimonio igualitario hace unos años, ha vuelto a la carga.

Contra su discurso del odio se han alzado muchas voces y, entre ellas, las voces de familias LGTB.

El magazine francés Jeanne publicaba, estos días,el artículo Homoparentalité: de la conception à l’adoption, elles témoignent! (Homoparentalidad: desde la concepción hasta la adopción, ellas dan testimonio!). Es la historia de Laura y Amandine, madres de Charlie (en la foto de portada). La historia de dos mujeres y de cómo tomaron decisiones vitales que les llevaron a fundar su familia.

Desde el primer momento, el deseo de tener hijos estuvo presente en ellas y en su relación. Para lograrlo se plantearon la co-parentalidad, pero no funcionó. Luego pensaron en la adopción, en la inseminación “artesanal” o en la fertilización in vitro clásica. Pero descartaron todas por unas u otras razones y decidieron recurrir a inseminación artificial con semen de donante y garantías legales.

Francia les negaba esa posibilidad y volvieron sus ojos a España, a Barcelona. Repasan en sus recuerdos, como, en el primer intento,tuvieron que mentir en sus trabajos para alargar su estancia, pues los 15 días de vacaciones no eran suficientes para lograr la estimulación ovárica, tener folículos maduros, poder crear sus embriones. Fue un intento fallido.

Meses después repitieron. Ahora en San Sebastián. En el tiempo transcurrido habían logrado que un ginecólogo francés se ofreciese a controlar la estimulación ovárica en un hospital público (de extranjis y bajo cuerda, claro) lo que les permitió ahorrar dinero y tiempo. Y esta vez funcionó. Se embarazaron. Y comenzaron la preparación al parto, y el contar a la familia, y el salir del armario en el trabajo, y el reclamar derechos como permiso de maternidad y el dolor y la incertidumbre hasta lograr adoptar al propio hijo.

Porque la ley francesa, como otras legislaciones, niega el derecho a disfrutar desde el primer momento de la filiación a nombre de sus dos madres. Y otro dolor más. El de no poder tener su segundo hijo porque el dinero no llega para repetir el proceso y hay que esperar y esperar y ahorrar y soñar… mientras se sabe que a otras familias se les da todo tipo de facilidades y se les permite realizar todo en el propio país y sin trabas, con menos gastos, con más prestaciones.

Charlie, el pequeño Charlie conoce su historia, sabe que sus madres viajaron a España para lograr que él naciera. Sabe que su nacimiento es fruto del amor y no de un mercado, como se puede escuchar a veces.

Leer su relato e identificarme con ellas fue cuestión de un segundo. Porque, para fundar mi familia, mi marido y yo tuvimos que ir fuera de nuestra tierra. Aunque más, mucho más lejos que ellas. Nosotros tuvimos que cruzar un océano para encontrar una ley que nos reconociese el derecho a fundar nuestra familia, a tener hijas e hijos en igualdad con otro tipo de modelos familiares. Un marco legal donde la gestación subrogada (GS) pudiese desarrollarse con respeto y garantías. Ese respeto y garantías que trajo a nuestras amigas francesas hasta los centros de reproducción de España, nos llevó a nosotros hasta California.

Muchas familias LGTBI españolas, construidas mediante GS, se verán identificadas en su periplo familiar. Los problemas económicos, los problemas laborales, mentir en las razones de los viajes, ajustar las vacaciones al ritmo del proceso, buscar la complicidad de amigos y compañeros, la salida del armario cuando el hijo está viniendo, la pelea por los derechos sociales… Todo eso, y más, conforma una historia común. La de un exilio reproductivo impuesto por la moral de quienes detentan el poder, una moral que niega derechos a otras y otros. Una moral que dicta cómo han de fundar su familia los demás.

La historia de Laura y Amandine es la historia de miles de familias homoparentales, en todo el mundo. Desde Italia a Francia, Alemania, Noruega, Irlanda, Israel, todos los días alguna familia inicia un viaje en busca del sueño prohibido en su tierra. En busca de su futuro. En unos países las prohibiciones afectan a todo el colectivo LGTBI, en otros solo a gais, o personas trans, o lesbianas sin útero, o…exiliadas y exiliados unidos por el mismo deseo: construir la propia familia.

Las leyes, antes o después, allí y aquí, acabarán desmoronándose. Porque no se pueden atar los deseos de las personas. Ni los derechos.

Francia se prepara para iniciar una apertura en la medicina reproductiva, pese al griterío de quienes buscan imponer un pensamiento único.

En otros países, como España, esa apertura se inició hace años, pero muchos seguimos esperando que,pese al griterío, alguien se dé cuenta que la medicina reproductiva para todas y para todos forma parte esencial del concepto de igualdad. Hasta ese día, seguiremos defendiendo nuestros derechos y contando nuestras historias frente a la Manifpour Tous española. Esa que, desde una situación de poder, ha decidido qué modelos de familia se permiten en nuestro país y cuales han de ser perseguidos y acosados.

Cojo el teléfono y llamo a casa. Mi marido y mi hijo están en la habitación de éste. Hablando. Han ido allí porque Alonso dice que quiere hablar más con su padre, «tranquilitos«, como le gusta decir. Hablan del colegio. De la vida. De nuestra familia. Yo estoy de guardia, lejos de ellos, pero mi pensamiento vuela y los imagino juntos, trabando el aire con esa mezcla de pregunta/respuesta y desborde de palabras que es mi hijo.

Sé que lo mejor que he hecho en mi vida ha sido mi familia. Por eso peleo por ella. Y por aquellas y aquellos que, como yo, creen que ser padre o madre no es una casualidad ni una consecuencia de normas sociales o imitación de viejos modelos. Por quienes creen que ser madre o ser padre es algo que late en la parte más roja del corazón.

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