Los juguetes sexuales han acompañado a la humanidad desde hace miles de años. De hecho, un grupo de científicos de la Universidad de Tubinga descubrieron en el año 2005 un falo de limolita de 20 cm, perteneciente al Paleolítico Superior hace 30.000 años, en la cueva de Hohle Fels, cerca de Ulm, en Alemania, que, hasta ahora, se considera el juguete sexual más antiguo de la historia.
En las últimas décadas, los juguetes sexuales han convertido en un símbolo de diversos movimientos, desde la revolución sexual de la década de 1960 hasta la lucha del colectivo LGTBI (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales) por sus derechos en la década de 1980. En los años 60 y 70, los juguetes sexuales jugaron un papel clave en la liberación sexual femenina, que simbolizaba la independencia de la mujer y su capacidad para darse placer al margen de los hombres, haciendo que las mujeres sintieran que no necesitaban depender de los hombres, ya fuera económica o sexualmente.
Al igual que los juguetes sexuales adquirieron un nuevo significado como herramienta para el empoderamiento y la liberación sexual de las mujeres, también se convirtieron en un símbolo para la comunidad LGTBI. El uso de juguetes sexuales se convirtió en un acto de resistencia y afirmación de la identidad sexual, desafiando las normas culturales y abogando por la libertad sexual.
Cuando los juguetes sexuales se popularizaron entre el colectivo LGTBI en los años 80, la mayoría de las empresas que comercializaban este tipo de productos eran propiedad de hombres. Por este motivo, los juguetes sexuales que se fabricaban tenían forma fálica, con énfasis en el tamaño, y se centraban más en la penetración que en la estimulación. Incluso los que se suponía que estaban diseñados para el placer femenino no tenían en cuenta a las mujeres.
En ese contexto, Lisa Power, activista británica por la salud sexual y los derechos LGTBI y fundadora de la primera empresa británica de venta por correo de juguetes sexuales, Thrilling Bits, creó una red secreta de contrabando de consoladores, vibradores y artículos eróticos para personas homosexuales prohibidos en Reino Unido. Al poner en contacto a decenas de homosexuales de los 80 con sus primeros juguetes sexuales y ayudar a que gocen de una libertad plena en el campo de la sexualidad, Thrilling Bits desempeñó un papel importante en una pequeña pero significativa parte de la historia del colectivo LGBTI en el país británico.
Desafiando los estigmas sociales y promoviendo la liberación sexual
Hoy en día, las marcas que diseñan y fabrican los juguetes sexuales piensan en el colectivo LGTBI. De esta forma, las personas de todas las orientaciones sexuales tienen miles de productos a su disposición, desde un vibrador y un succionador de clítoris hasta un columpio sexual y un anillo para el pene. Los juguetes sexuales están desempeñando un papel clave a la hora de desestigmatizar el placer sexual para el colectivo LGTBI, cuestionando los estigmas que rodean a la sexualidad y capacitando a las personas para que abracen sus deseos sin miedo ni juicios.
Los juguetes sexuales proporcionan un espacio seguro y sin prejuicios para que las personas exploren sus propios cuerpos, deseos y preferencias. A través de la autoexploración, las personas pueden descubrir nuevas facetas de su sexualidad, fomentando un sentimiento de empoderamiento y autoaceptación. Además, a pesar de la creencia popular, los juguetes sexuales no son sólo para el placer en solitario, ya que ayudan a mejorar la intimidad y favorecer las relaciones sexuales sanas.
Los juguetes sexuales ya no son meros objetos escondidos en el cajón de la mesilla de noche; están desafiando los estigmas sociales y promoviendo la liberación sexual. Al desestigmatizar el placer sexual, potenciar la autoexploración y favorecer las sexuales sanas, estos dispositivos íntimos están revolucionando la forma en que las personas abordan su sexualidad.