El Día Internacional de la Familia, según un padre gay

El 20 de septiembre de 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la Resolución 47/237, decidió que el 15 de mayo de cada año se celebrase el Día Internacional de la Familia. Son ya 20 años celebrando… ¿qué?

Señalar que en España la pobreza se extiende como  una plaga por los troncos familiares, que hay dinero para rescatar a los amigos de los políticos y no para asegurar que un niño come todos los días, es algo obvio, lacerante e intensamente amoral.

Pero, más allá de estos fracasos sociales, de los que en cierta forma todos somos responsables,  cada amanecer hay familias que se levantan para enfrentarse a unos poderes públicos empecinados en maltratarlas más allá de cualquier duda o dolor razonable. Decididos a recortar los derechos familiares. Aferrados a la idea de que los hijos no son todos iguales.

La Constitución y los Tratados Internacionales los aplican, ejecutan, visten y oprimen según criterios particulares. Criterios indeterminados, los llaman, que permiten que la discriminación según la condición del nacimiento se mueva por nuestras calles con malsana impunidad.

Cierto que ya no se discrimina al hijo ilegitimo, al bastardo, respecto al legitimo y biennacido. Pero se discrimina, según la forma en que ha sido constituida la familia, de modo que los derechos se otorgan, en plenitud de su disfrute, a la tradicional: biparental, heterosexual y, a poder ser, sin problemas reproductivos. Aunque si los hubiese, tranquilos. Nadie negará a una pareja heterosexual la filiación de sus hijos. Estén casados o no. Lleven juntos toda una vida o haya sido una relación fugaz. Sean concebidos de modo natural o nacidos tras donación de semen o de óvulos. La relación genética carece de importancia y la intencionalidad, el deseo y la aceptación es lo que les hace padres. Por definición. Son padres/madres en toda la extensión de la palabra y con todas sus implicaciones legales y sociales.

Pero ¡ay! si se trata de una pareja de mujeres. Entonces si que no. Para ser madres ambas han de estar casadas como está mandado. Nada de arrejuntamientos carnales ni cosas parecidas. Casadas y bien casadas que, como es sabido, no da lo mismo un hijo matrimonial que uno no matrimonial. La duda es ¿Cómo se pudo aceptar una reforma de la ley con aires decimonónicos? ¿En qué pensaban l@s defensor@s de la igualdad, los movimientos de liberación, las lideresas de la mujer? ¿Por qué aceptaron la discriminación de los hijos según fuesen o no matrimoniales? Solo les faltó recuperar el término bastardo adulterino.

La aberración parece que cambiará a raíz de una Sentencia del Supremo; sentencia que hasta lograrla ha costado a su protagonista años de lucha, de defensa de sus derechos y los de su hijo, le ha supuesto gastos económicos, inseguridad familiar, le ha costado la discriminación por ser mujer y lesbiana. Porque de haber sido ese “macho” que tanto le gusta a nuestros “poderes” nada de esto habría sucedido. Pero ha sucedido, ha luchado y en la brecha sigue, trabajando para que se cambie la ley. Una ley que discrimina a las familias y a los niños y a las mujeres. Aunque eso se sepa inconstitucional.

Más sí. A todo hay quien gane. Peor, mucho peor, es una familia homosexual y masculina. Entonces no hay modo de que se reconozcan a tus hijos. Se exigen vínculos genéticos o biológicos, que no se exigen a otras familias. Se olvida la intencionalidad, que si se reconoce para parejas heterosexuales, por ejemplo, y nuestras familias, nuestros niños, son perseguidos por la prensa, por el sensacionalismo, por el Tribunal Supremo, por el Ministerio de Justicia, que niega pan y sal, por los extremismos.

La norma es clara cuando dice que “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, ….. (Art 14  CE).

La diferenciación en razón de nacimiento, practicada en nuestros hijos, está prohibida por la Constitución española. Les da igual. Nos niegan derechos básicos. Como puede ser el derecho a las prestaciones por maternidad y paternidad, que nos obligan a conseguir, una y  otra vez, ante los tribunales, mientras al resto de las familias se les concede como un mero trámite administrativo. Un papeleo simple que les permite cuidar a sus hijos recién nacidos. Se ve que nuestros niños, los de padres homosexuales, son de piel dura, correosa, y no precisan ser atendidos igual que el hijo de un heterosexual.

¿Sabéis qué nos dijo la Directora de la agencia del INSS cuando denegó la prestación por paternidad y maternidad? Que nuestro hijo no se incluía en las situaciones protegidas: parto, adopción o acogida. ¿Que pensaría esa directora? ¿Tal vez que mi hijo había nacido, como la Pulgarcita del cuento de Andersen, del interior de una flor? ¡Pues claro que ha nacido tras un parto! De su gestante. De una mujer espléndida, maravillosa, que hizo todo, y  más, para que él naciese. ¡Cuánto queda por pelear y cuánto por educar a esta sociedad!

El pasado puente de mayo, en Vila-Seca, Tarragona, la Asociació de famílies Lesbianes i Gais organizó el 5º encuentro estatal de familias LGTB. Hemos acudido cientos de familias. Decir que ha sido hermoso es quedarse muy corto. Ha sido muchísimo más. Las mesas redondas. Los talleres sobre gestión de maternidad lesbiana, subrogación, la escuela y su problemática, etc., han sido una experiencia hermosa. Y muy edificante. Por mi parte quiero recalcar una cosa: tod@s éramos familias. Independiente de cómo lo habíamos logrado, de la forma en que nos habíamos constituido. Se notaba en cada charla, en cada taller, en cada café. ¡Gracias FLG!. Por lo que habéis hecho. Por estos tres días y por marcar el futuro: las familias unidas somos extraordinarias. Entonces hagámoslo: constituyámonos en una sola voz. Como entidad autónoma que gestiona y dirige su propia dinámica. Las familias no pueden ser, hoy, un apéndice de colectivos o entidades más grandes. Somos diferentes, precisos, diversos y únicos. Sacudamos viejos yugos y hagamos que las familias, todas ellas, se organicen en una fuerza social que gobierne su mañana.

Está bien que llegue el día 15 de mayo. Está bien que recordemos que es el Día de la Familia. Está bien que exista un día para gritar con todas las fibras del cuerpo, con todas las voces de la diversidad:

a esos políticos hipócritas, de izquierdas o de derechas, pendientes de sus derechos, no de los nuestros;

a los leguleyos y otras altas señorías, aplicando la ley como si fuese posesión suya, estéril e inmutable;

a los obispos y atormentadores varios de la luz, juzgando sin ser juzgados;

a esas asociaciones LGTB, aceptando lo inaceptable, criticando la diversidad;

para gritar a todos que las familias, construidas como sean construidas, tenemos, TODAS, los mismos derechos; que la discriminación no puede ser reconvertida en carne digna y bien nacida, a gusto del opinante de turno, porque invariablemente, en todos lados, será una lacra.

Y ahora vamos, tod@s al parque, a celebrar el Día de la Familia en familia.

http://gayles.tv/en/community/lgtb-families-uniting-multi-coloured-families/

 

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