Cuando mi hij@ salió del armario. Historias reales de madres y padres

La vida de Elisa dio un vuelco cuando supo que su hija Alba tenía una relación con otra chica. Alba vivía con Carmen desde hacía varios meses, se iban juntas de viaje y algunos domingos iban a casa de Elisa a comer. Aun así, Elisa nunca se lo imaginó. Le parecían simplemente buenas amigas.

«Alba tuvo novio desde los 15 años. Era una chica muy femenina, llevaba el pelo largo, no tenía la apariencia de lo que se considera una lesbiana. Y yo de homosexualidad no sabía nada, apenas que Elton John era gay, pero nada más. Un día Alba vino a cenar con su padre y conmigo, dijo que tenía que decirnos algo importante y nos contó que Carmen no era su amiga, era su pareja. Mi reacción fue ponerme a llorar», cuenta Elisa.

Elisa insistió en llevar a su hija al psicólogo, en que era una etapa, en que ya se pasaría. «Fue una época que recuerdo como muy desagradable», nos dice Alba. «Mi padre actuó más normal, pero mi madre pasó por la negación, por pensar que era una desgracia, por prohibir que Carmen entrara a su casa. Ahí le dije: “Vale, Carmen no entrará. Pero yo tampoco”».

Madre e hija estuvieron varios meses casi sin hablar. Elisa lo recuerda así: «Al principio me sentía como si ella me hubiera hecho algo malo a mí, también sentía miedo de que la gente fuera cruel con ella y la rechazara, pero ahí me di cuenta de que yo la estaba rechazando. Que ella era así, o la aceptaba o la perdía. Y elegí lo primero. Reconozco que me costó, se me hacía raro. Los padres también tenemos nuestro proceso, pero es básicamente la ignorancia lo que hace que nos cueste», señala.

Los padres también salimos del armario

«Cuando un hijo sale del armario los padres también tenemos que salir. Yo sospechaba que Antonio, mi hijo pequeño, podía ser gay. Su forma de ser, de comportarse, sus gustos. Fue un niño muy tierno y muy femenino. Pero no, tiene novia. Fue su hermano dos años mayor, Dani, el que finalmente terminó siendo gay. Y no me lo imaginé porque era un bruto, un machito de gimnasio. Muy guapo, las chicas del barrio siempre lo miraban. Y, aunque me sorprendió, no me importó tanto, mis niños son buenos tíos, y eso es lo que finalmente a una madre le importa. Pero lo que sí me costó fue mi propia salida del armario», declara Rosa.

¿Qué era lo que afectaba a Rosa? Contar a la gente, a su familia, a sus amigos cercanos y conocidos, cuando le preguntaban por el segundo de sus hijos: «¿Ya tiene novia?», «Seguro que el guapete de Dani tiene un montón de chicas», «A ver cuándo se casa Dani».

Y sí, Dani se casó. Pero con un chico. «Una a veces tiene miedos tontos, miedo al rechazo, miedo a los cotilleos de la gente, a que llamen a tu hijo “maricón”, como dice la gente por ahí, a que piensen que quizás has fallado tú como madre. Pero luego te das cuenta de que los miedos son un poco infundados. Me costó decírselo a mi propia madre, porque ya es muy mayor, pero sorprendentemente se lo tomó muy bien. “Qué se la va a hacer, hay que dejarlos que sean lo que son”, me dijo. Nadie de mi entorno me hizo sentir mal o le dio importancia, ya no es tema como podía serlo hace años atrás. Incluso ahora mis propias amigas me cuentan de sus familiares o me hacen preguntas para saber si sus hijos lo son», concluye Rosa.

«Ahora no las cambiaría por nada»

María José es abuela. Su hija Lorena se casó con una chica y ahora son madres de Gonzalo, de dos años. No solo es el primer nieto, también el primer chico de la familia porque María José tiene tres hijas.

Cuando Lorena salió del armario, María José reaccionó muy mal. «Me enfadé tanto, discutimos mucho, le hice la vida imposible, espiaba sus cosas, no la dejaba en paz. Miro atrás y me arrepiento mucho. Ojalá si otras madres o padres leen esto, no cometan este error. Los niños nacen gais, lesbianas o bisexuales. No tiene nada que ver con nosotros, los padres. Nuestra misión es quererlos y aceptarlos. Nada más. Yo hice a mi hija infeliz mucho tiempo, la hice insegura, pensar que ella estaba mal».

La lucha entre María José y Lorena empezó mucho antes de que Lorena le dijera que tenía novia. Comenzó cuando Lorena era pequeña y se negaba a vestirse con lazos y vestidos. «Yo pensaba que era por rebeldía hacia mí, hacía siempre lo contrario de lo que yo quería. Era capaz de tirarse al suelo y llorar una hora con tal de no ponerse cosas femeninas. En la adolescencia llevaba el pelo corto y hasta se hizo un tatuaje».

María José reconoce que en un momento se cansó de estar en guerra con su hija. Que también le ayudó ver que personas famosas salían del armario. «Tenía la mentalidad antigua, pensaba que era una enfermedad, un pecado, y que podía cambiarse el ser homosexual. Pero al final te vas acostumbrando. Conocí a la pareja de Lorena y es una mujer encantadora. Trabajadora, generosa. Le fui cogiendo cariño. Son una pareja sólida, se respetan. Y cuando me hicieron abuela, ni te explico la felicidad. Antes las aceptaba pero pensaba que si pudiera hacer las cosas diferentes, la preferiría con un hombre. Ya no pienso eso. Ahora las quiero como son, como la familia que son y no las cambiaría por nada».

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