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Cuentos de una madre lesbiana: Lu en la cama

Con la vida en las manos – Lu en la cama

Elisa se dijo a sí misma que visitaría a Lu porque estaba en cama hacía seis meses y le parecía toda una obra de bien. La verdad es que tenía ganas de verla, porque se sentía sola y porque sentía deseos de tener algo con Lu. Había tenido un pico de dolor tan fuerte que estaba en la cama con calmantes duros. Parecía increíble que eso pudiera ocurrirle a una mujer de 31 años que Elisa la recordaba linda, atractiva, silenciosa.

La llamó. Combinó. Un viernes a las tres de la tarde estaba en la casa de Lu. El lugar no era como ella la imaginaba.

Como había estado durante un buen tiempo inmóvil y dependiente, se había quedado en su casa paterna, mejor dicho, con sus abuelos y su madre, porque el padre de Lu apareció pocas veces en su vida. Digamos que estaba en la casa donde se crió. Era pequeña. Apenas Elisa entró al zaguán, la primera puerta a la derecha era el cuarto de Lu y además tenía otra puerta que se abría hacia el comedor. Muy poca privacidad. Para colmo de males, la abuela y la madre no se apartaban de su lado. Fue lindo ver a Lu hablando con su abuela. Se notaba que la quería mucho, que la admiraba y apreciaba. Que había sido importante en su vida. La madre era agradable. Elisa estaba contenta. Parecía que Lu también. En un momento la madre ofrece algo para beber. En un momento trae un té con galletitas y la madre y la abuela abandonan la habitación. Elisa se sienta en la cama al lado de Lu. Le sirve el té. Lu dice: “Elisa me está poniendo azúcar en el té”. Elisa no entiende bien la frase. ¿Era trascendente para Lu? ¿Era un chiste? ¿Lu estaba tan sola que se emocionaba de que Elisa le pusiera azúcar en el té? A Elisa también le pareció emocionante ponerle azúcar en el té.

Como a las cinco se fue. Prometió que volvería el viernes siguiente a la misma hora. No cumplió. Prometió porque le pareció que le hacía bien a Lu, pero también porque deseaba volver a verla. La madre de Lu la acompañó a la parada del ómnibus. Hablaron. ¡Qué paradójico es pensar lo mucho que congenió Elisa con la madre de Lu!

Por la noche se conectó al chat. La foto de perfil de Lu tenía la lucecita verde.

—¡Hola!

Eran las diez de la noche. Charlaron hasta las cuatro de la mañana del día siguiente. Elisa se dio cuenta de que estaba sola, de que era viernes, que los niños estarían todo el fin de semana con el padre. Le preguntó a Lu si quería venir al día siguiente a pasar la tarde con ella. En vez de una semana, esperó una noche. Que se trajera los calmantes. Que tomarían unos mates. Que haría una torta. Con eso Elisa se conformaba. Sin embargo dio un paso más, preguntó:

—¿Teniendo yo muchos cuidados, vos podrías hacer el amor?

—Sí— respondió Lu.

Tiempo después le confesó que no tenía la menor idea de si lo lograría, sólo se moría de ganas. Al día siguiente por la mañana Elisa cancela algunas actividades que había organizado para paliar su soledad, no había nada mejor que pasar la tarde con Lu. En los segundos siguientes Lu llama para confirmar. Tiempo después le confesó que no podía creerlo, que tenía miedo de que la noche anterior Elisa hubiera tomado de más y hubiera hecho una propuesta de la cual, en vigilia, se arrepentiría, por eso la llamada de confirmación.

Ante la llamada de Lu, Elisa tuvo miedo de que no quería ir, que había cambiado de idea. Simulando poco interés, preguntó si venía o no. Lu respondió que iría. A las tres de la tarde Elisa se tomó el 523. Fue recibida con sonrisas. Lu estaba pronta. Con su bastón, una mochila bastante grande con medicamentos. Elisa se preguntó si traía una muda de ropa para pasar la noche. Se tomaron un taxi hacia la casa de Elisa. Elisa le mostró su casa a Lu. Su gata. Las frutas sobre la pequeña mesa. La luz fuerte que atravesaba la claraboya, las iluminaba y las entibiaba. Hablaron. Tomaron mate. Comieron torta. Sonó el teléfono, que está junto a la mesa de luz de la cama de Elisa. Se dejó caer en la cama para atender el teléfono. Pero no levantó el auricular. Lu también se dejó caer en la cama. Se besaron por primera vez. Los labios húmedos se unieron. Las sonrisas de aire cálido sobre el rostro de ellas. La gata que también vino a la cama. Los cuerpos se desnudaron.

A partir de ese momento, cada vez que los niños estaban con el padre, Lu se venía a la casa de Elisa.

Un día Lu le preguntó a Elisa si quería casarse con ella. Elisa respondió que sí. Elisa le preguntó a Lu si quería casarse con ella. Respondió que sí. Hacía tan sólo unos días se había aprobado el matrimonio igualitario en su país. Ellas podían hacer libremente lo que muchas parejas habían deseado durante años. El 10 de octubre del 2013, Lu y Elisa se casaron. Pero antes de eso, pasaron miles de cosas, tantas que, al mirar atrás, sólo a veces, mirando atrás y sin querer mirarlo con atención se ve el camino frondoso recorrido. Pero es mejor no mirar. Como si la mejor felicidad fuera la que no es consciente, la que no es rencorosa.

Es mejor mirar las manzanas rojas sobre la mesa iluminadas por la luz del sol que atraviesa la claraboya, y los niños, y las mascotas, que ya son tres.

Elena Solís

http://elenasolisescritora.blogspot.com/

ovejarosa.comBiografía Elena Solís (Montevideo, 1968)

Ediciones unitarias:

  • Babosas y fósforos, 2004, con veinticuatro relatos breves.
  • Neuronina, 2009, novela.
  • Entre las mantas, 2012, relatos.

Ediciones compartidas. 

  • Clara, 2008, cuento en  colaboración con otros autores.
  • Mi obra, 2011, cuento elegido por concurso por la Fundación Mario Benedetti para el primer número de su revista Inéditos.
  •  Santiago y Miguel, 2012, cuento en colaboración con autoras uruguayas 22 mujeres más.
  • El monstruo del piso 9,  2012, cuento en compilación Apurapalabra.
  • La marea, 2013, cuento, compilación El papel y el placer.

También ha publicado artículos sobre la problemática de las familias LGTB y homoparentales y sobre la condición de madre lesbiana.

Aspectos destacables de su vida.  En 1996 contrae matrimonio y tiene dos hijos fruto de dicho matrimonio.  En 2010 se divorcia.  El 7 de octubre del 2013 contrae matrimonio con Luciana Cella, constituyendo el segundo matrimonio de mujeres realizado en Uruguay.  Las peripecias de su vida en relación a su condición de lesbiana la han llevado a ser una activista, siendo socia fundadora de la Asociación de Familias LGTB y homoparentales del Uruguay.

Menciones de honor.  2000 Ministerio de Cultura, 2008, Concurso Nacional de Cuentos, 2011, Fundación Mario Benedetti.  Coordina el espacio para la creación literaria.  “No es para tanto, escribir es una aventura con poco riesgo de vida”, que funciona en forma presencial y online.  2014 su libro de autoficción “Yo quería ser Elena Solís”, con prólogo de Laura Freixas, se presentará a fines del corriente mes.

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